Quiero y no puedo


Lo primero aclarar que todos nos podemos sentir identificados  o señalados con esta afirmación.
Todos, en momentos más o menos puntuales, hemos deseado fervientemente algo que no podemos permitirnos en muchas ocasiones a lo largo de la vida y sobre todo  en temas materiales.
Recuerdo hace mil años cuando pude acceder a mi primer coche, el que yo iba a pagar a plazos y que escogería yo solita sin ninguna condición impuesta que no fuera por mi misma…y por mi economía, claro.
El coche de mis sueños era un Mini de los nuevos que acababan de salir al mercado  y fui a verlo, me senté en él, lo olí, lo acaricie y hasta me imaginé sentada al volante surcando carreteras y autopistas y me pareció el Olimpo de las cuatro ruedas. Pero me compré un Peugeot 206, que era lo que podía entonces  afrontar e incluso  cando le hice todos los kilómetros del mundo lo cambié por otro idéntico pero diesel. Recuerdo esos dos coches  con verdadero cariño.

¿A qué viene esto?
Para hablar de una cliente difícil de calificar si no es bajo esta frase de quiero y no puedo. Una mujer que suele venir  a primera hora de la mañana de un lunes (cómo si durante el fin de semana hubiera estado fraguando la idea) buscando sujetadores, bañadores, pijamas o lo que sea que precise, se los enseño todos los que reúnen las características que requiere e incluso una vez probados, ha llegado a apartar alguno con promesa de volver  por la tarde a recogerlo y luego tres días después regresa para decir que no va a quedárselo…porque le resulta muy caro.

Y así una vez y la siguiente , dejando pasar cierto tiempo. La segunda vez sólo se lo reservas (casi sin convicción) hasta última hora de ese mismo día y al día siguiente –martes- , a primera hora lo pones a la venta. Y ya la tercera vez aunque tratas de ser profesional y atenderla hasta las últimas consecuencias, la convences de que cuando vuelva a por él tu le sacarás el mismo, y que te quedas en la memoria con su talla (y con su cara)…

¿A la tercera va la vencida?...no siempre. Pero hay un viejo dicho que reza “si la primera vez me engañas, la culpa es tuya, si me engañas la segunda, la culpa es mía…y si lo consigues una tercera… ya tiene delito…pero por mi parte!

Todo un cromo



A veces entre las de nuestro gremio, si somos bien-avenidas (en realidad en mi ciudad sólo hay una mal avenida y es por su mala praxis)  aparte de ayudarnos en lo que podamos entre nosotras, también nos intercambiamos sucedidos, información y anécdotas como cuando de niñas nos intercambiábamos cromos. 
No hace muchos días coincidí con una mujer que lleva tanto tiempo como yo entre bragas y sujetadores y me contó de primera mano una anécdota que ya me había contado un representante hacía muy poco, hablando precisamente de la poca prudencia y respeto de algunas de nuestras Pitirritantes.

Se lamentaba mi compañera  de haber pasado más de media tarde con una señora  a la que le fue muy difícil encontrarle un modelo que coincidiera con el gusto, la talla y las necesidades especiales  de color y forma de escote que dicha cliente le solicitó. 
Mi colega es muy profesional y está muy dedicada a su negocio, así que no dudó en orientarle, enseñarle y ayudarle a probarse todos los modelos que consideró podían encajar en sus peticiones, incluso pensando en que era venta segura, dejó de ir a un evento social al que hubiera podido asistir cerrando diez minutos antes pero al que renunció porque un cuarto de hora después de la hora del cierre aún estaban liadas la cliente y mi colega en ardua búsqueda del sujetador perfecto.

Por lo visto, la cosa se alargó bastante, ya que al parecer la cliente pedía  opinión cada vez que se probaba una prenda -y fueron muchas-(me dijo mi compañera) y la señora entraba en el probador y se la volvía a enseñar con una camiseta ajustada encima y volvía a salir cada vez y más de una vez con cada prenda en la pre-selección y en la selección final (esta  de la camiseta, es una práctica a la que animamos las vendedoras para ver el efecto cuando ya se ha hecho la selección de los modelos que más le gustan a la cliente.)

Cuando ya por fin pareció decidirse  la mujer por uno de los tres modelos finalistas y vendedora y clienta coincidieron en la prenda más adecuada y mientras mi colega recogía los numerosos sujetadores y los ordenaba en sus cajas, salió esta señora del probador y le dijo:

-¡Mira lo tarde que se nos ha hecho...! Haz una cosa, escríbeme la marca, el modelo y la talla en un papel que como voy mañana a Granada me acerco al Corte Inglés y me lo miro más tranquilamente…

Definitivamente, el cliente tiene razones que la razón no entiende…

Clientas tormentosas


Esta tarde hace una tarde más parecida al otoño que a la primavera, en el cielo un muestrario de nubes que van desde la más blanca mullida y algodonosa hasta la más gris y amenazante, hace viento y llover llueve de esa manera que hace que se diga por aquí que en esta ciudad no sabe llover…
No sé si son estos cambios de estación o de tiempo atmosférico pero el caso es que haga viento, llueva o escampe,  noto a algunas de mis clientas un pelín dispersas.
No, no me refiero a que entren preguntando por una cosa y acaben por no llevarse nada después de haber "tocado todos los palos” de productos que vendemos, tampoco al hecho de que se prueben 15 modelos diferentes de bikinis para concluir tres cuartos de hora después que aún es pronto y “tan desnudas no se ven”, ni que me pregunten por pijamas fresquitos pero que no sean ni de algodón ni de manga corta ni de tirantes, pero tampoco de manga larga acrílicos o con pantalón ¿?
Algunas clientes salen a comprar como quien se propone una meta:
Buscan algo tan específico que ni siquiera existe, o ya no existe o aun no ha sido inventado:

 -Quiero una faja enteriza con corchetes hasta arriba.
Me pedía hace poco una señora no demasiado mayor, al enseñarle la nueva modalidad de bodys y prendas que ajustan y modelan me las rehusó sin mirarlas apenas.
-Noooo (acompañado de unos aspavientos que se parecían  a  un “¡vade retro  Satanás!”) yo no quiero eso! Yo quiero poder respirar!
-Señora, estas fajas ajustan sin oprimir y son muy cómodas, las fajas de cremallera o corchetes de las de “antes”, eran más consistentes …

- Pero estas son feísimas, yo la quiero con un poco de gracia, con encajes, algo de colores, el color piel no me gusta nada y esas tu di lo que quieras pero tienen que ser  muy agobiantes…
-Bueno, cada persona es un mundo, pero si se la prueba ya verá…Son muy ligeras y se adaptan muy bien… 
 -Si es que yo la quiero para que me meta el estómago, pero que no me apriete el vientre porque vientre yo no tengo ninguno… ( se trataba, desde luego, de una opinión personal) por eso la quiero con corchetes porque la de cremallera la acabo rompiendo por abajo para soltarla y así yo sólo me abrocho donde quiero que me apriete…
-Y no le vendría mejor una faja abdominal?
-Eso cómo es?
-Es como una banda elástica…
-Quita quita que eso es muy ortopédico!
….

O te piden  algo tan abstracto que es imposible de interpretar:
-Quisiera un trikini pero que se pareciera más a una malla, que me ajustara, y que me subiera el pecho…

Un trikini es justo una prenda que ni aprieta, ni ajusta ni sube, es a medio camino entre el bikini y el bañador, suele ser una prenda caprichosa no apta para michelines ni carnes flojas.
- Le enseño lo que tenemos y me dice que ella lo quiere sin aros y de triangulo.
-Es que sin aro y con esa forma, a no ser que lleve relleno no sube el pecho…
-¿Relleno? Quita quita… si yo con una 105 no necesito relleno!lo que pasa es que “las tengo” muy caídas y parece que tengo menos…
-Yo quiero algo que me  estilice y que me meta los michelines y que me separe el pecho de la barriga porque lo tengo muy caído…
-Y no le gustaría ver algún bañador?
-Los bañadores son de vieja…
-No mujer, los hay muy juveniles y con colores y estampados muy divertidos…
-Que va…son  de vieja. (La señora los 50 no los cumplía, pero ninguno de los 50 )
-Y un bikini?
-Mira yo tengo mi idea en la cabeza y no voy a parar hasta que la encuentre…