Lunes sangriento

Esta anécdota no me ha ocurrido a mí, sino a una colega que tras haberlo vivido en directo me llamó para desahogarse y contármelo. Con su permiso voy a relatarlo  porque es un episodio que corrobora la capacidad infinita para sorprendernos que tienen nuestros clientes…
Por lo visto a última hora de la mañana del lunes una señora entró en la tienda de mi colega con la intención de probarse algunos sujetadores y con el propósito de adquirir uno, la señora venía con una mano casi inutilizada, completamente vendada por culpa de unos puntos de sutura que habían tenido que darle en el centro de salud, porque al cortar verdura, entre las zanahorias también se cortó un dedo y el corte había sido serio.
La señora trabajaba como cocinera en la cocina de un comedor infantil y como le habían dado de baja (había ocurrido a primera hora de esa mañana) y tenía el resto de la mañana libre pues aprovechó para irse de compras y olvidar así el mal rato.
La mujer con sólo una mano apenas podía manejarse y aún así no quiso que mi colega le ayudase ni a desvestirse ni a abrocharse los sujetadores en el probador, se metió cuatro en total, de los cuales como tres le quedaban bien el cuarto ya no tuvo ganas de probárselo…

Cuando salió del probador  escandalizada de los precios que ponían en las etiquetas y dejó las prendas encima del mostrador, mi compañera se dio cuenta de que los tres estaban impregnados de sangre.
-Oish! -Dijo la clienta -Y eso…?
Mi colega no acertaba a articular palabra y señalando la mano vendada de la señora atinó a decirle que parecía que la herida se le había abierto…
Mi colega iba de una prenda manchada a otra a cual mas manchada sin dar crédito a lo que estaba viendo… es fácil de imaginar la impresión de ver los encajes teñidos de rojo.
Cuando mi colega le pregunto sobre qué pensaba hacer La cliente le aseguró que no pensaba llevarse ninguno porque los encontraba carísimos y que cómo mucho se llevaría el más barato…
-¿Y yo que hago con estos? le preguntó mi colega
-Pues los lavas o que te los pague el seguro...
-No, mire…son prendas muy delicadas y no…
-Delicada estoy yo! Cóbrame si quieres este y si no… ninguno, que me voy para urgencias.
Y le pagó uno y se fue y mi colega no pudo ni protestar…

La colleja



Tengo que encontrar tiempo para recuperar en esta que quiere ser mi memoria virtual, algunas de las anécdotas más estrambóticas que he podido vivir como vendedora. Entre el cambio de temporada y un proyecto que tengo entre manos apenas me da tiempo para escribir las anécdotas que se van sucediendo  en presente:  “las quisicosas del día”.
Hoy quiero escribir esta para que no se me olvide. 



La ha protagonizado Doña Carolita, -que hasta el nombre lo tiene descriptivo-. Esta mujer es, como dirían en Granada -ciudad de donde es oriunda doña Carolita- una "colleja".
Para quien no sepa lo que significa colleja, a parte del pescozón en la nuca y una  planta que se puede cocinar, los granadinos la usan como adjetivo para calificar a una persona singular. Me parece que repipi es un término que se le acerca, pero colleja le encaja mucho más a esta señora.

Doña Carolita debe de rondar los ochenta años, se viste  con estampados de llamativas flores, lleva sus cuatro mal contados  pelos tintados de rojo panocha y los labios y los dientes  siempre de color rojo carmesí, como padece párkinson y debe pintarse ella misma digamos que el trazado de la boca es algo desigual. Sé por lo que me cuenta que es soltera y dice vivir con una sobrina que yo no he visto jamás, a la que le echa la culpa de todo: si compra unas coulottes rosa fucsia y le gustan, viene doña Carolita a por otras porque dice que las anteriores se las quedó su sobrina, pero igualmente si hierra en lo que escoge dice que  le manda la sobrina a cambiarlo y cuenta lo mucho que la regaña su sobrina al equivocarse en su elección.
Tal es el caso que origina esta anécdota.
La semana pasada doña Carolita vino dos veces a comprar, una a por braguitas y la segunda, la de repetición, aprovechó que teníamos en rebajas unas "batitas muy fresquitas y bien de precio”, siempre en todo le gusta llevar la talla mediana y aunque yo le daría una mayor, es raro que se deje convencer. 
Como se trataba de unas batas sencillas cruzadas el tema de la talla era más llevadero así que como ella quiso se llevó la que nos quedaba en talla M.




Esta mañana, para empezar la semana ha aparecido doña Carolita con su temblor si cabe más acusado, toda nerviosa porque su sobrina la había regañado mucho por la compra de la bata ya que no se la probó y parece ser que le estaba muy justa.
- Ningún problema -le he dicho- usted me la trae y se la cambio por la talla mayor o por la que usted quiera.
- Es que mi sobrina además me ha dicho que es muy sosa y que tenía que habérmela comprado de flores o estampada con colores.
(Las flores y doña Carolita…) 
-No se preocupe usted, traiga la bata y se la cambio por lo que usted quiera…
- Si es que mi sobrina lleva razón me la tenía que haber probado…¡que torpe  estoy!
- No diga eso, las tallas cambian de un fabricante a otro y hay veces que esa talla le gusta como le queda y hay otras que…(me interrumpe quejosa todo el tiempo)  
-Yo también le dije a mi sobrina que no tenía que haberla tocado

(Aquí la interrumpí yo)

 -Mire doña Carolita, yo le puedo cambiar una bata siempre y cuando venga en perfectas e idénticas condiciones a como salió de mi tienda.
 -Bueno, si "casi" está igual…
 - Si le han tocado lo que sea a la prenda no voy a poder cambiársela…
-Ya me dijo mi sobrina que tenía que habérmela probado...
  -Eso ya da igual, yo si usted se ha llevado algo que luego no le satisface sabe que se lo cambio sin problema siempre y cuando lo que me trae devuelta venga con su etiqueta yen perfectas condiciones, todo idéntico a como yo se la vendí
-Menos las braguitas que por higiene no las cambias…
-Eso es!
Al final y para acortar, ella parece haber entendido que sea lo que sea lo que “su sobrina invisible “le hizo a la bata, impide el cambio o devolución, y aún me insistió una vez más en que  la bata estaba prácticamente igual.


La verdad es que no tengo ni idea qué le han podido modificar a una prenda tan básica como es una bata de verano manga corta cruzada  que se cierra anudando un cinturón, pero la intuición, la experiencia y la prudencia me dictaron que no preguntara para no verme sorprendida por argumentaciones del tipo "si-pero-no-que-yo-que-se-pero-mira-que-te-diga..." que se escapan seguro a la lógica y al normal razonamiento.



Adiós síndrome postvacacional

Tras las vacaciones de verano, la vuelta a casa  coincide con el regreso al trabajo porque son tan cortas que  solemos apurarlas al máximo.
Lo que más me cuesta de todo  –si ignoramos las dos toneladas de ropa por lavar y planchar- es  el reencuentro con mis Pititas y Pitirritantes.
Con las otras clientes, las Pocholas, da gusto reencontrarse, ellas como siempre, encantadoras, me hacen saber que han notado mi ausencia, pero te lo dicen  de un modo que casi te hace sentir que tu labor es importante. Si en algún momento dicen haberme necesitado,  han esperado a mi regreso para comprar lo que en su momento quisieron adquirir pero se encontraron con el cartel de “cerrado por vacaciones”. Son un amor, por ellas da gusto volver y ellas le dan sentido a este trabajo mío cada día más exento de gestos amables.

También me encuentro con aquellas que han visto  también el cartel explicando que he cerrado durante 10 días y vienen a “echarme en cara” a su manera más o menos particular el que me haya tomado esos días:

-Vaya eh??? ¡Ya era hora! ¡Menudas vacaciones!¡Y luego os quejáis de que hay crisis….!
O...
-¡Pero qué buena vida te pegas! (juro que no sé en qué se basa esta señora para decir tal cosa…) ¿Ya has vuelto? ¿Cuánto has cerrado…? ¿todo el mes?
-No, que va…sólo diez días...
-¡Diez días! ¡Vaya!, No te quejaras, eh?…
O también...
-¿Has estado de vacaciones? ¡Di que sí!…¡Que tu también “tienes derecho”…!
-....

Hace casi 30 años que durante los primeros días después del regreso, se van sucediendo frases como estas, da lo mismo que cierre una semana o quince días, a cada vuelta de vacaciones, he de pasar por ello. 
He de admitir que al principio, por joven y por exceso de celo, lograban hacerme sentir hasta un poco culpable, pero con el tiempo me he dado cuenta de que en realidad no es nada personal, ya que lo mismo con lo que capeo yo, capean todas mis colegas, las mismas frases, los mismos tonos de voz como de reproche, resuenan cada septiembre en las paredes de muchos reabiertos comercios dentro y fuera de la frontera de nuestro barrio.


Lo que más me sorprende es que muchas de las que  "echan en cara” que un comercio" se permita" el cerrar unos días para descansar, tienen muchísimas más vacaciones que las que pueda permitirme yo o cualquiera de los comerciantes de mi zona. Algunas de ellas ya han venido a comentarme las “regañinas” estoicamente soportadas a las Pitirritantes que solemos compartir y cuyo repertorio parece ser el mismo para todas las que hemos osado irnos de vacaciones, sobre todo este año en el que se suponía que la crisis nos iba a obligar a estar al pié del mostrador a 40º centígrados, entrara público o no, se vendiera o no…
La de este año, la arenga más peculiar, con diferencia, se produjo el primer día, lunes, apenas una hora después de abrir,  cuando aún no tenía siquiera la sensación de haber aterrizado:
(Sin tan siquiera un buenos días, así...a saco...)

-¡Llevo quince días viniendo todos los días a ver si abrías!
-Mujer si sólo he estado cerrada diez días, la mitad era feria y en el cartel ponía que regresaba el día 1…
 -Ya, pero era por si venías antes…(¿¿¡¡…!!??) Es que  le he visto a mi prima una batita playera muy mona con la hombrera ancha para tapar el pedazo de tirante que llevan los sujetadores que te compro,-la señora tiene mucho pecho y le gustan así-, la "bata" que te digo era como de rayas roja, blanca y azul,  y estaba pendiente para ver si te quedaba alguna que no me la fueras a vender…¿sabes la que te digo?
-Sí, se la playera que me dice,  pero esa no llegó a las rebajas, se agotaron antes…
-¿Ves? ¡Sabía yo que me la venderías! tenía que haber madrugado más…

No, no te has saltado ningún renglón en el dialogo, ni yo me he comido ningún párrafo al transcribir literalmente la conversación. Hay veces que en semejantes situaciones (o en situaciones semejantes) pareciera como si entre la cliente y yo hubiera “mala cobertura” o algún campo magnético  atrapara parte de la conversación  produciéndose  argumentaciones paralelas que acaban pareciendo casi un diálogo de besugos…y sin casi.

-Lo que yo quiero decir es que esas batas se vendieron mucho antes de irme siquiera de vacaciones, antes incluso de empezar las rebajas allá por el mes de julio…
-Yo se la vi a mi prima en un viaje que hicimos hace poco a Canarias y me dijo que se la había comprado aquí…
-Si, seguro, pero antes de las rebajas…
-Por eso yo he venido estos días a ver si te daba por abrir…
(Opto  por callar)
-…Pero no. Se ve que te han ido muy bien las vacaciones y que no tenéis necesidad de vender ¡Tanto que os quejáis!

Algunas clientes, por su actitud y por sus comentarios, parecen no haber disfrutado de vacaciones, o tal vez son ellas las que sufren de síndrome postvacacional...
Pero... pensándolo bien... encontrarme a mis Pitirritantes contrariadas e importunadas con mi cierre por vacaciones es mucho mejor que el que no se hubieran dado cuenta de que la tienda había estado cerrada…(¡Hay que ejercitar el pensamiento positivo!)