Crédito y confianza 2ª parte: Carta a morosa (sin acritud).
En nuestra anterior entrada hablábamos de clientes habituales a las que confiadamente se les concede, en los comercios de proximidad, cierto "crédito".
Como en todas partes existen las cumplidoras y "las otras"' las que no lo son tanto y las que, al final, no lo son nada, que son de las que quiero comentar su proceder.
Para las cumplidoras, las de plena confianza, las clientes que más aprecio, una nota de sincero agradecimiento por su formalidad, su puntualidad y su fidelidad. Con este tipo de clientes la confianza es un camino de dos direcciones.
Para las cumplidoras, las de plena confianza, las clientes que más aprecio, una nota de sincero agradecimiento por su formalidad, su puntualidad y su fidelidad. Con este tipo de clientes la confianza es un camino de dos direcciones.
Pero a veces esos caminos bidireccionales acaban en callejones sin salida o se convierten en tortuosos senderos..
Es esta, la de intentar cobrar cuentas pendientes, la parte más ingrata de nuestro trabajo: la de recaudador.
Cuando una cliente falla, normalmente dejamos pasar un tiempo antes de recurrir al teléfono o al correo para intentar cobrar las cuentas pendientes.
Descolgar el teléfono para recordarle a alguien su deuda, no resulta fácil nunca, porque cuando pasado ese tiempo “de gracia” una se decide a llamar, lo que se suele encontrar al otro lado -si no ha sido un olvido o un descuido-, es, en la mayoría de los casos, una cliente que, al reclamarle su deuda, se muestra ofendida, uses la fórmula que uses, por cordial y comprensiva que quieras mostrarte, lo más seguro es que te encuentres con que te despidan con cajas destempladas…y tu caja seguirá vacía y sin esperanza de cobrar pronto esa deuda.
En el mejor de los casos si existe esperanza de cobrar, sabes que la áspera conversación y su tono seguirá en directo, con lo que tienes la adrenalina corriéndote por el cuerpo y activándose cada vez que recuerdas el episodio…hasta que se diluye en tu sangre y en tu memoria, pero nunca te acostumbras, aunque con los años cada vez ocurra menos porque depuras mucho la clientela de la que te fías, pero siempre hay algún caso que antes o después o bien porque cambian sus circunstancias o bien porque casi son profesionales de la trampa, acaban por defraudarte.
Para no hacerlo muy largo, -ya que el tema da para mucho-, lo dosificaré y en próximas entradas escribiré de las que eran puntuales y se vuelven morosas por diferentes circunstancias...o de la que intenta hacerte creer que ya saldó su deuda...entre otras variedades, de las que hay todo un muestrario, aunque todas las que se enmarcan en estas prácticas terminan confundiendo el término confianza con en el de co-finanzas y muchas veces me toca asumir a mi parte de lo debido cuando dejan sin pagar sino toda, si parte de la deuda contraída en base a la buena fe.
En esta ocasión revisaremos a la morosa más típica.
Un avance: algunas "de puro ofendidas" y habiendo perdido la credibilidad para tí, las pierdes como clientes porque ya no les sirves como “prestamista” y hasta muchas te retiran la palabra (tal vez para no darte oportunidad de pedirles que te paguen.)
Más o menos la llamada resulta ser así:
Más o menos la llamada resulta ser así:
-Ah..si... dime…
- Pues verás... es referente a unas prendas que retiraste de la tienda en septiembre.
-Si?
-Si, es un conjunto de la talla 95 de color champán y una...
-¡Ah si! -me interrumpe-, ay, hija, no se me ha olvidado, es que me ha sido imposible pasarme...¡el lunes me paso sin falta!
Pero no, ni el lunes próximo ni el siguiente y en sucesivas llamadas ya no la vuelves "a pillar" nunca más en casa y por eso recibe una carta, escrita en el tono más cordial posible:
Como ya hablamos por teléfono el mes pasado, te escribimos para recordarte un apunte que tienes pendiente con nosotros desde el día 4 del mes de septiembre por la retirada de un conjunto de tres piezas de la firma Cuchicuchi color champan talla 95 y que asciende a 138 € ( se adjunta factura detalla)
Nos gustaría mucho que te pasaras por nuestro establecimiento para poder ponerte al día ya que sin duda ha sido un olvido por tu parte, olvido que perfectamente entendemos por la vida tan ajetreada que llevamos todos y que sabemos llevas tu en particular, porque nos ha resultado imposible volver a ponernos en contacto telefónico contigo, y lo hemos intentado en varias ocasiones sin éxito, razón por la que decidimos hacerlo por escrito.
Esperando tu pronta visita quedamos a tu disposición en el teléfono xxx xx xx xx o en nuestra tienda sita en la calle tal tal tal y pascual, número tal, donde estaremos encantadas de recibirte.
Sin otro particular, aprovechamos para felicitarte estas fiestas y enviarte un saludo.
Merçe Per se.
Después de recibir esta carta que a mi no me sale de forma más correcta, lo normal es que se presenten como si se hubieran sentido ofendidas -mucho- y traten de acometer el asunto con frases como "desde luego no me esperaba esto de tí..." y todo el repertorio de frases dramáticas por el estilo, pero la experiencia me han enseñado a dejarlas estrellarse con la pantalla neutralizadora (de la marca amiplín) que he aprendido a levantar en estos episodios y que una vez ha absorbido su embestida, la atiendo con frases en tono sereno y reposado como suele ser el que conserva quien posee la razón en un conflicto.
Después de recibir esta carta que a mi no me sale de forma más correcta, lo normal es que se presenten como si se hubieran sentido ofendidas -mucho- y traten de acometer el asunto con frases como "desde luego no me esperaba esto de tí..." y todo el repertorio de frases dramáticas por el estilo, pero la experiencia me han enseñado a dejarlas estrellarse con la pantalla neutralizadora (de la marca amiplín) que he aprendido a levantar en estos episodios y que una vez ha absorbido su embestida, la atiendo con frases en tono sereno y reposado como suele ser el que conserva quien posee la razón en un conflicto.
Es en ese momento cuando saco la nota que previamente tengo preparada -aunque mientras ella deja salir la presión de su enfado hago como que la busco-, para darle tiempo a soltar lastre y normalmente enseguida viene una letanía de explicaciones tales como que no ha podido venir porque....
-...Y ha tenido que pagar una factura enorme ( esta mujer es de las que o me lee el pensamiento o ya alguien le ha dicho que debe perfeccionar su excusa)
-Que se le inundó el piso y tuvo que salir en piragua e irse a vivir con su suegra...
-Que ha tenido que ir de madrina en la boda de su ahijado a Las Hurdes y estaba tan ocupada preparando la boda que lo último de lo que podía acordarse era de una minudencia de 120€ ( a veces no es una excusa sólo sino un compendio de todas ellas)
-Son 138...-le especifico.
-Bueno, que más da...-me dice- el caso es que creía que tenía suficiente confianza...¿138? ¿De qué?
- Pues de un corpiño, una braga reductora y una mini combinación.
-Ah, vale...Ya ves y al final la combinación no me la puse y la tengo allí muerta de risa...
Esta conversación se puede resolver zanjando la deuda entera, o en parte, o tal vez puede que los 18€ restantes que ella no había computado me cueste tener que volver a escribirle o tener que co financiarlos.
Incluso hubo un caso que tras muchos años de dejar casi por imposible cobrar un resto de una cuenta parecida, vino a comprar de nuevo, porque se encaprichó de una prenda del escaparate.
La venta se desarrolló con toda naturalidad, cuando sacó la tarjeta para pagarme, le recordé amablemente la deuda pendiente y haciéndose completamente la despistada, accedió a pagarme como la que paga una deuda de juego, en el que ha perdido.
Probablemente no pensaba que tantos años después yo iba a acordarme, pero cuando esos "olvidos" son producto del cinismo y de la desfachatez - como era el caso-a veces llevados al extremo, creo que es mejor ponerse una vez colorada que ciento amarilla. Me refiero a mi, claro, que hasta recordándolo me vuelvo a sonrojar. Pero no sé si de vergüenza ajena , porque esta mujer no pasó ninguna.
Esta conversación se puede resolver zanjando la deuda entera, o en parte, o tal vez puede que los 18€ restantes que ella no había computado me cueste tener que volver a escribirle o tener que co financiarlos.
Incluso hubo un caso que tras muchos años de dejar casi por imposible cobrar un resto de una cuenta parecida, vino a comprar de nuevo, porque se encaprichó de una prenda del escaparate.
La venta se desarrolló con toda naturalidad, cuando sacó la tarjeta para pagarme, le recordé amablemente la deuda pendiente y haciéndose completamente la despistada, accedió a pagarme como la que paga una deuda de juego, en el que ha perdido.
Probablemente no pensaba que tantos años después yo iba a acordarme, pero cuando esos "olvidos" son producto del cinismo y de la desfachatez - como era el caso-a veces llevados al extremo, creo que es mejor ponerse una vez colorada que ciento amarilla. Me refiero a mi, claro, que hasta recordándolo me vuelvo a sonrojar. Pero no sé si de vergüenza ajena , porque esta mujer no pasó ninguna.
(Continuará)
Próximamente :Credito y Confianza 3º parte, cuando las circunstancias personales cambian.
Crédito y Confianza 1ª parte.
Las tiendas de barrio tienen un valor añadido: la confianza.
Esta se demuestra de muchas formas: las clientes suelen dejar recados o la bolsa de pescado, -por ejemplo- para no ir cargadas a la tienda de ultramarinos, o te dejan unas llaves que alguien más tarde recogerá, o dan orden para que dejen en la tienda y a su nombre algún paquete o carta, hasta te dejan a la abuela un ratito para poder hacer los recados más rápido…
La confianza en una tienda de barrio es moneda de cambio, suele ser un camino de dos direcciones, la mayor muestra de confianza es cuando sin pagar ni dar una señal, las clientes pueden llevarse a casa algunos artículos para probarse de manera más tranquila, dejando algunas de las adquisiciones apuntadas o también es cuando pueden dejar a deber alguna compra, o pagarla en varias veces.
En cada tienda de barrio existe una libreta testigo no tan mudo de esa confianza. En casi todas las tiendas de barrio existe una forma de pago absolutamente personalizada que se llama “apúntame”.
En gran parte de los casos es una forma de alargar un poquito mas el crédito, cuando se agota la tarjeta de crédito.
-Tengo que hacer un regalo
-Muy bien, qué tenias pensado?
-No se...tal vez un conjunto mono…
Y tras escoger el que más le gusta…
-¿Puedo pagártelo el mes que viene?Es que este mes ya me he "pasado"...
Casi todas las clientes que se benefician de esta confianza, hacen honor a esa palabra y suelen abonar su deuda cada mes, religiosamente, con mayor o menor puntualidad
¡Por supuesto que hay clientes cumplidoras y muchas!¡ Por ellas se organizó este invento! Pero si bien el interés monetario que tienen es mucho, el interés literario no lo es tanto: llega primeros de mes y pagan, o bien parte o bien la totalidad de la deuda y punto.
Y luego existe ese selecto grupúsculo que no se ajusta a derecho y que la formula “tarde mal y nunca” parecen haberla acuñado cada una a su imagen y semejanza.
Son aquellas clientes que, lejos de acordarse de la deuda contraída, alargan y alargan su liquidación hasta el infinito y más allá.
De este tipo existen varias modalidades:
La que viene, paga y se vuelve a llevar mercancía por un valor igual o similar al de la deuda antes contraída, con lo que alarga infinitamente el primer crédito o lo amplia.
La que viene un mes sí y otro no –en verano si el mes que le tocaba “sí” es agosto se convierte en “no” y suele juntarse con septiembre porque hay que pagar el material escolar, los uniformes etc-.
La desmemoriada que pasa por delante de la tienda mil y una vez pero sólo se acuerda de su deuda si coincides con ella en cualquier otro lugar, entonces si no puede evitarte se te acerca y te dice bajito:
-¡Anda!ahora que te veo, me he acordado de que te dejé "algo" a deber…¡El lunes me paso sin falta!
Si el lunes se pasa, es que su olvido era real y legítimo, -a todos nos puede pasar-, pero si no aparece…(continuará)
Tipos de clientes: La nueva compradora compulsiva.
Empezó siendo algo puntual y aislado, pero para mi estupor en una semana me he encontrado con tres casos muy similares de
esos que ratifican lo de que el cliente a veces tiene razones que la razón no
entiende.
Lo he comentado con otras colegas a las que también les ha pasado -incluso con la misma "cliente"-, y hemos llegado a la conclusión de que se trata de una nueva modalidad de compradora compulsiva… no pudiente.
Lo he comentado con otras colegas a las que también les ha pasado -incluso con la misma "cliente"-, y hemos llegado a la conclusión de que se trata de una nueva modalidad de compradora compulsiva… no pudiente.
Iba bien vestida, su bolso “de marca” colgando en el brazo y
oliendo a un perfume parecido a Shalimar… (Desde que hay esas nuevas tiendas de
perfumes de imitación muchas mujeres dejan una estela muy persistente en el
ambiente, tanto que como se sienten en la mesa de al lado pueden arruinarte una
comida en un restaurante.)
-¡Ay qué sujetadores
mas preciosos! ¿Tienes de mi talla?
-Seguro que si…
-Me gusta este y este y este…
-¿Te los vas a probar?
-No, no hace falta…
- Este lo mismo te queda grande porque esta marca …
-¡No…que va! me va bien.
-Y braguitas… ¿Tienes?
-Claro! ¿Las quieres en conjunto?
- Me da igual, tú enséñame…
Mientras le saco lo que me pide se va al perchero de los camisones y descuelga dos
primero, luego otro más y tras echarles un rápido vistazo me los deja encima del mostrador, se pone a mirar las
braguitas y escoge indiscriminadamente, no la pierdo de vista en ningún
momento. Su actitud empieza a parecer “sospechosa” por eso me fijo en si lleva cerrado el bolso.Si.
-Esta, esta, esta y esta también. ¡Anda y tienes medias!
-Si ¿De qué talla?
-Para mí
-Una 3... ¿Y el color?
-Necesito de todos los colores que ahora empieza a refrescar…
(son las siete de la tarde y estamos a 28 grados).
Le hago la cuenta mientras ella va sumando artículos: otra
braga, unos calcetines, una “batita para su madre”...
Y al terminar me dice que se lo deje ahí que va a sacar
dinero al banco.
-Si lo desea puede pagar con tarjeta.
-No, prefiero pagarte en efectivo.
Y no regresó.
Mientras devuelvo cada cosa a su sitio noto que
las prendas que tocó aun huelen a algo parecido a Shalimar…
Con menos de 24 horas entre una y otra me sucede un episodio casi
idéntico:
-¿Tenéis combinaciones
algo monas?
-Si ¿De qué talla?
-Una 40-42, que no se trasparenten (las combinaciones no suelen transparentarse, es lo que se usa es para
vestidos o faldas que sí se transparentan.)
Le saco los modelos que tengo en su talla, son tres y cada una difiere en el
color o el detalle.
-Esta es monísima, esta es muy fea, esta... ¿La tendrás en
negro?
-Si aquí la tiene…
-¿Y esta otra en blanco? ¡Es que tengo vestidos con los que “me trasparento entera”!
-No esa en blanco no, pero tengo esta otra…
-También me la llevo.
-¿Tienes braguitas “efecto tanga”, en visón?
Le saco una cesta donde están expuestos todos los modelos que tenemos de ese tipo, es una cesta que tengo a mano porque son las más
solicitadas.
-Esta, esta y esta...
- Esta no hay de tu talla, sólo queda la "L".
-¿Tú crees? Yo creo que sí, ¡pónmela!
- ¿Necesitas algo más? (Ya empieza a rondarme la mosca tras
la orejilla). Observo como se muerde las mejillas por dentro poniendo cara de Pitita interesante mientras me dice que no con la cabeza, pero no deja de mirar todo lo que
tengo expuesto debajo del cristal, en el
mostrador…
Me dispongo a hacerle la cuenta: Tres combinaciones (sin
mirar ni preguntar precio) tres braguitas (aunque no sean de la talla) y…
-Dame ese pañuelo…
-¿El azul?
-No el de tonos fucsia…
-Dame el azul también…
Cuando me dispongo a
cobrarle el datáfono pita: “190 OPERACIÓN DENEGADA” (190 significa “No hay
saldo disponible en la tarjeta”)
Me dice con cara de extrañeza y tambien que no
lleva dinero “suelto”, que tampoco lleva otra tarjeta y que va a acercarse al
banco “a ver qué pasa” que estaba indignada porque ya le había pasado algo parecido en otro comercio...
Y se fue para no volver.
Y se fue para no volver.
Creo que de alguna forma estas mujeres a las que les sobra entre otras cosas, el tiempo, han encontrado de esta forma la manera de hacerse la ilusión de que están de compras. Es como comprar en playback (seguro que acabarán sacando una palabra en inglés para esto,"buyback",o algo parecido) ellas eligen, tocan las prendas, se comportan como alegres compradoras pero al final...no compran porque no pueden.
La tercera y última, -por ahora y para no hacerlo muy extenso-se
probó de todo, incluso salía a que yo viera lo bien que le quedaban sujetadores, pijamas y picardías, al salir del probador "de paso" hacia la caja cogió también
un par de pijamas de caballero.
Con mi mosquita zumbona aleteando a un ritmo
frenético, iba yo apilando lo que “la cliente” –por llamarle de alguna forma-
iba escogiendo.
Me pidió que le hiciera la cuenta y me hizo “un apartado” de
algo más de trescientos euros.
-Déjamelo ahí que esta tarde le pagan a mi marido el
alquiler de un piso…
Cerrado por vacaciones
Recuerdo el primer año que cerré en vacaciones.
Vivía para trabajar porque la verdad es que entonces el trabajo no
me daba para vivir, empecé la tienda con muchas ilusiones, mucha candidez, muy poquita edad, muy poquitos recursos y un prestamo bancario al 21% de interés (¡lo que me costó pagarlo!)luego poco a poco empezó a dar para comer y poco a poco
hasta para desayunar y para cenar e incluso para merendar.
Fué entonces al quinto año que decidí cerrar los diez días que
duraban aquí las fiestas, decidí cerrar e irme de vacaciones dejándome todas
las preocupaciones con el candado puesto.
Optamos por perdernos en alguna sierra, fueron unas vacaciones deportivas con el cuartel general en un pueblo de la sierra de Gredos: Hoyos del Espino.
El pueblo tenía entonces poco más de 400 habitantes, y encontramos una habitación abuardillada donde además admitieron a mi perra. Por aquel entonces yo era senderista, mochila a cuestas y hacer kilómetros por rutas de montaña era lo que más me gustaba y el plan era pasar parte de las vacaciones pateando aquella
sierra.
Realmente estaba tan cansada y tan “quemada” que no daba para más, no quería ver a nadie, cambiar la ciudad por el monte, el marrón del paisaje habitual por verde, mar por montaña, pero de verdad y sobre todo cambiar por unos días a mis pitirritantes por otra clase de bichos
hispánicos..
Amanecimos a las 7 de la mañana con cantos de gallos y olor a
campo y algo más (cerca había una cochiquera) pero no importaba. El pueblo era
maravillosamente silencioso y tan tranquilo que no encontrábamos nada para
desayunar y yo hasta que no me tomo el primer café de la mañana no soy persona,
estoy levantada pero no despierta, puedo vestirme, caminar y en casa con el
automático puesto y -si nada me interrumpe- , la autómata mañanera que amanece,
es capaz de calentar un vaso de leche en el microondas pero si no hay café en
la cafetera ya es un problema, porque a veces pongo la cafetera sin agua, otras
sin café y otras –las más- en el fuego que no corresponde.
Aquella primera mañana de vacaciones caminaba completamente zombi por la carretera
en busca de algún sitio donde poder
tomarme el café que me espabilara cuando de pronto oí a mis espaldas:
-Mercé que haces aquí?...
Fue como si me hubieran echado un jarro de agua helada Me volví y me desperté de inmediato.
¿Qué posibilidades había de coincidir con una de mis pitirritantes en el mismo lugar y a la misma hora en aquel lugar recóndito que había elegido para perderme?
¿Qué posibilidades había de coincidir con una de mis pitirritantes en el mismo lugar y a la misma hora en aquel lugar recóndito que había elegido para perderme?
Me sentó fatal y la pitirritante me lo tuvo que notar, de hecho no la he vuelto a ver ni por mi tienda ni por la ciudad que habito.
La cuestión era que entonces yo me tomaba muy enserio a todas mis clientes porque así me lo habían enseñado y llevaba grabado aquello de que el cliente siempre tiene la razón (algo que intento desmitificar en este blog) cómo lo de que es peligroso bañarse después de
comer.Ninguna de las dos cosas son del todo verdad ni mentira…. Todo depende de
la persona.
La leyenda del leñador.
“Había una
vez un leñador que se presentó a trabajar en una maderera.
El sueldo era
bueno y las condiciones de trabajo mejores aún, así que el leñador se propuso
hacer un buen papel.
El primer día
se presentó al capataz, que le dio un hacha y le asignó una zona del bosque.
El hombre,
entusiasmado, salió al bosque a talar. En un solo día cortó dieciocho árboles
-Te felicito, le dijo el capataz. Sigue así.
Animado por
las palabras del capataz, el leñador se decidió a mejorar su propio trabajo al
día siguiente.
Así que esa
noche se acostó bien temprano. A la mañana siguiente, se levantó antes que
nadie y se fue al bosque. A pesar de todo su empeño, no consiguió cortar más de
quince árboles.
-Debo estar cansado, pensó.
Y decidió
acostarse con la puesta de sol.
Al amanecer,
se levantó decidido a batir su marca de dieciocho árboles.
Sin embargo,
ese día no llegó ni a la mitad. Al día siguiente fueron siete, luego cinco, y
el último día estuvo toda la tarde tratando de talar su segundo árbol.
Inquieto por
lo que diría el capataz, el leñador fue a contarle lo que le estaba pasando y a
jurarle y perjurarle que se estaba esforzando hasta los límites del
desfallecimiento. El capataz lo miró fijamente, después miro su hacha y le
preguntó:
-¿Cuándo afilaste tu hacha por última vez?.
-¿Afilar?, no
he tenido tiempo para afilar. He estado demasiado ocupado talando árboles.”
Cuando un móvil suena, una venta se pierde
( La mujer es voluble, como una pluma al viento,
cambia de palabra y de pensamiento)
Traducción al español de la estrofa más famosa
de “La Donna e mobile” de la Opera Rigoletto
de Giuseppe Verdi (1851)
Algo
fundamental al vender es convencer y de tanto decir siempre lo mismo puedes
llegar a sonarte a ti misma como rallada, repetitiva, monótona, no digamos a los demás:
-Este te
queda monísimo
-Te sienta
muy bien
-Te favorece…
-Te queda
perfecto, genial, fantástico…etc.
Y cuando algo
no queda bien, tengo un abanico de eufemismos para dar mi opinión si la
requieren.
Para bien o para mal, a favor o en contra, las frases a las que
recurrimos, son cosas tantas veces dichas a lo largo del día que acabas por
decirlas tan desapasionadamente que por bien que le quede una prenda a una
clienta, tal y como le das tu opinión, seguro que dudará de que lo dices de
corazón.
Me gusta hacer juegos de palabras, los dobles sentidos, las palabras polisémicas, por pura gimnasia mental, la encuentro muy necesaria porque si no me acabaría limitando a cuatro frases hechas que treinta años diciéndolas acaban por perder su fuerza y su significado.
y por eso recurro a un juego de palabras con la conocida ópera, la donna e mobile: la mujer es voluble…
y por eso recurro a un juego de palabras con la conocida ópera, la donna e mobile: la mujer es voluble…
Cuando un móvil suena puede cambiar el ritmo y el rumbo del momento en el que se esté y de manera especial si el que suena es el móvil de una cliente : La donna e il mobile, la mujer y
el móvil. (Estoy por ponérmela de tono de llamada)
El móvil pocas veces viene a ayudar o impulsar una venta. Da igual que
entre en juego antes, durante o al final de una venta, salvo que suene cuando
la tarjeta de crédito de la cliente esté ya insertada en el TPV, en un
alto porcentaje de las veces cuando un móvil suena una venta se pierde.
Todo el mundo tiene móvil y de su uso y abuso se ha escrito y se
escribirá hasta la saciedad. Y no es para menos...
(Capítulo
aparte merece el de las cámaras de los móviles en los probadores y de los
mensajes por wassap.)
Algunas clientes entran directamente a la tienda hablando por él y si
acaso saludan con un movimiento de cabeza, siguen su conversación y tras una
turné por los percheros y
las estanterías salen por donde han venido, muchas veces sin despedirse. Que a lo mejor en una macrobestiatienda pasa desapercibida o queda muy chic, pero en una tienda pequeñita...digamos que no queda glamuroso para nada.
En otras
ocasiones el móvil suena cuando la estás
atendiendo en el mostrador y la cliente se encuentra escogiendo un modelo de
sujetador o cualquier prenda del tipo que sea, aunque sea una elección compleja da igual, siempre es lo mismo: busca
en su bolso casi frenéticamente, y al contestar yo “desaparezco”, es como si me
volviera invisible. La cliente desconecta del mundo exterior y del entorno,
toca las prendas sin verlas y a veces me mira pero siento como si mirara a
través de mí, o como si entre ella y yo hubiera aparecido de pronto un cristal de esos
que tú ves pero no te ven, esos que son como una ventana para la policía y como un espejo para el interrogado, la vista de la cliente parece llegar justo a esa luna, incluso parece cómo si se estuviera
mirando en ese espejo y no supiera que yo estoy detrás.
Cómo no es posible evaporarme -ni creo que llegue a ser necesario- me pongo a recoger mientras ella comenta lo que estaba haciendo, y normalmente suele perder el interés en la compra y despedirse -a veces-, con un “ya volveré en otro momento” hablando bajito, o simplemente con un movimiento de hélice con la mano que parece impulsarle hacia la salida y da lo mismo el rato qué hubiéramos invertido, cuan empantanado tuviera el mostrador o en qué punto de la venta nos encontráramos, salvo -como ya he dicho-, que hubiéramos cerrado la transacción y su tarjeta estuviera en el TPV el resultado suele ser el mismo: la no venta.
Cómo no es posible evaporarme -ni creo que llegue a ser necesario- me pongo a recoger mientras ella comenta lo que estaba haciendo, y normalmente suele perder el interés en la compra y despedirse -a veces-, con un “ya volveré en otro momento” hablando bajito, o simplemente con un movimiento de hélice con la mano que parece impulsarle hacia la salida y da lo mismo el rato qué hubiéramos invertido, cuan empantanado tuviera el mostrador o en qué punto de la venta nos encontráramos, salvo -como ya he dicho-, que hubiéramos cerrado la transacción y su tarjeta estuviera en el TPV el resultado suele ser el mismo: la no venta.
Pongámonos
en situación:
Comprar por ejemplo, un sujetador o un bañador no resulta fácil, requiere su tiempo, requiere decisión por parte de la cliente y sobre todo requiere atención, la de la vendedora, pero mucho más la de la compradora porque al ser un artículo necesario suele ser una compra planificada, rara vez es una compra por impulso.
Comprar por ejemplo, un sujetador o un bañador no resulta fácil, requiere su tiempo, requiere decisión por parte de la cliente y sobre todo requiere atención, la de la vendedora, pero mucho más la de la compradora porque al ser un artículo necesario suele ser una compra planificada, rara vez es una compra por impulso.
Pensemos en una
cliente que por fin tiene tiempo y humor para buscar una prenda de baño ya que
están próximas las vacaciones y su operación bikini ha sido un desastre.Los de los años anteriores le están pequeños y necesita algo que la tape, lo cual en prendas de baño es bastante difícil.
La cliente me expone su descontento con su cuerpo, ha cogido peso porque…o no hace mucho
tuvo un doble esguince , o un bebé, o se ha estado preparando unas oposiciones a notaría... da lo mismo, porque el resultado es
idéntico: kilos de más, nuevas lorzas y piel acolchada.
Está muy molesta con su nueva apariencia y le va resultar difícil encontrar un modelo con el que enfrentarse a la arena de la playa.
Si se trata de una mamá reciente aún es peor, porque el pecho también le habrá cambiado drásticamente y ningún modelo de bikini de los que acostumbra le va sentar como ella quisiera, y los que le devolverían el pecho a su sitio le parecen “de vieja” o no le gustan por muy juveniles que sean los estampados, ella preferiría un tipo triángulo, de cortinilla, o bandó.
Está muy molesta con su nueva apariencia y le va resultar difícil encontrar un modelo con el que enfrentarse a la arena de la playa.
Si se trata de una mamá reciente aún es peor, porque el pecho también le habrá cambiado drásticamente y ningún modelo de bikini de los que acostumbra le va sentar como ella quisiera, y los que le devolverían el pecho a su sitio le parecen “de vieja” o no le gustan por muy juveniles que sean los estampados, ella preferiría un tipo triángulo, de cortinilla, o bandó.
-¡Con el
pecho que yo tenía…!-Se lamenta.
Y tras enseñarle los mil y un bikinis, -todos sin dejarnos ni uno sólo-, haber descartado los
bañadores de una pieza porque "con él me parecería a mi madre”, y haber
seleccionado una media docena de modelos que pueden acercarse a lo que ella va
buscando -y yo casi tengo la certeza de que le van a sentar bien-, y escoger otros tantos de los que le gustaría poder volver a ponerse. Cargada y
esperanzada entra en el probador. Al momento -momento móvil-, suena una música más o menos
conocida.
Treinta
segundos después (lo tengo cronometrado) sale la cliente del probador con un
batiburrillo de bikinis y perchas – Aún no he llegado a entender cómo en tan
poco rato todos los bikinis que entraron al probador perfectamente colocados en
sus perchas salen desparejados y no hay
uno sólo cuya parte de arriba se corresponda con la de abajo eso si vienen medio colgados que a veces -la mayoría- tampoco (eso con suerte si es que no decide
dejarlo todo en el probador)
-Mira…lo
dejo…es que me han llamado y tengo que irme…
Y así una y
otra vez. Impepinablemente. En un alto porcentaje de las veces cuando un
móvil suena…una venta se pierde.
Y me ha
sucedido con clientas que ya se habían probado diez o doce sujetadores,
clientas a las que en muchísimas ocasiones he dedicado tiempo y exclusividad
haciéndome cargo de sus problemas, y frustraciones a la hora de encontrar la
prenda perfecta…
El perfil de la clienta en estos casos es
universal: Pocholas, Pititas y Pitirritantes, todas por igual.
Hace poco
leí un artículo de Francesc Puertas, experto senólogo y defensor de las tiendas de corsetería especializadas, que hablaba de la relevancia del tomarse su tiempo a la hora de
comprar un sujetador. En el artículo decía literalmente: "La persona que acude a la tienda,
se ha de tomar esta acción como algo lo suficientemente serio para no tener
prisa, y más aún si hablamos de sujetadores…”
Pero el
tiempo, cómo tantas cosas, es relativo y sobre todo si depende de ese apéndice
externo en el que se ha convertido nuestro inseparable móvil y que de seguir
así estoy segura de que en la evolución genética humana nos saldrá
un auricular en la oreja y que una antena interior en la rabadilla nos
mantendrá en conexión por satélite. A la sabia naturaleza o a Microsoft ya se
le ocurrirá algo para incorporarnos a la red.
La Cromagnona
Capítulo aparte tengo que
hacer un anexo con un tipo de mujer que no definiría como cliente ni compradora
porque rara vez pasa por la tienda y cuando lo hace es para preguntar por
alguna cosa muy específica y difícil de encontrar (hasta de imaginar) pero de
ningún modo este tipo de mujeres tiene nada que ver con las clientas tipo
Pititas.
Primera hora de la mañana, el café del
desayuno aún caliente en el estómago, entra en la tienda una mujer vestida con
una camiseta de tirantes anchos color “gris deporte” y unas mayas negras de
algodón lycra con incrustaciones de celulitis.
Tenía los muslos muy juntos
hasta la rodilla, los tobillos muy separados y unos pies diminutos, con unos
dedos como de plastilina que dejaban al descubierto unas chanclas de goma
china.
Debía de pesar unos 120
kilos, no tendría más de treinta años y sus formas eran como a lo bestia
las de la Venus de Willendorf, la famosa diosa de la fertilidad (de la
que al ver una réplica en la tienda de un museo, un pagano extrovertido y con
poco tacto dijo en voz alta que sí que debía de ser una diosa porque
sería un milagro que con esas “hechuras” se le acercaran para preñarla.... ¡y
se quedó tan a gusto!)
-Buenos días.
-(Sin responder al
saludo) ¿Tenéis bikinis que se amarren
al cuello? (Sin poder evitarlo, me imagino uno de esparto con una gruesa maroma
y un par de alforjas)
-Si, ¿de qué talla lo
quiere? (Esta pregunta es por ganar tiempo y porque siempre cabe la posibilidad
de que el bikini fuera para otra persona)
-Como para mí.
-Me dirigí a las perchas sin
ninguna esperanza ni expectativa de venta….
-Pero “oyes”... ¿No tienes
de esos de pantaloncillo, de esos que le dicen "kulote"?
Acierto a enseñarle uno
de la talla 52 de señora con una braga nunca lo bastante grande.
-No eso a mí no me tapa.
(Bueno –pensé-, al menos es
realista…)
-Yo lo quiero "kulote"
pero que me baje bastante como a medio muslo para no tener que quitarme
los pelos del “flequillo” (¡¡¡¡……!!!!) que me salen granos y me “inrito"…
¡¡¡Ala…!!! No contentos con
lo que había, la imagen que te describe te paraliza. ¡Y menos mal! porque
estas situaciones también le paralizan a una los músculos faciales. Es muy
difícil poner cara de póker en una circunstancia así.
Desde luego que la mujer tenía
un problema “peliagudo”… Cuando levantó el brazo para buscar en el perchero
de los bikinis, la sisa de la camiseta dejó entrever unas axilas
rasuradas que hasta el bandolero Luis Candelas hubiera parecido barbilampiño a
su lado. Creo que una cerilla hubiera prendido allí sin problemas.
Huelga decir que la mujer se
fue sin comprar nada y que este tipo de “improbables clientes potenciales” (no
sé cómo definirla) son una minoría muy reducida, difíciles de “englobar”
en un epígrafe. Porque... ¿Cómo las clasificaría? ¿Cromagnonas? ¿Potorronas?
Pero aunque no compren hay que hacer referencia a ellas porque… ¡“haberlas…hailas!”
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