La colleja



Tengo que encontrar tiempo para recuperar en esta que quiere ser mi memoria virtual, algunas de las anécdotas más estrambóticas que he podido vivir como vendedora. Entre el cambio de temporada y un proyecto que tengo entre manos apenas me da tiempo para escribir las anécdotas que se van sucediendo  en presente:  “las quisicosas del día”.
Hoy quiero escribir esta para que no se me olvide. 



La ha protagonizado Doña Carolita, -que hasta el nombre lo tiene descriptivo-. Esta mujer es, como dirían en Granada -ciudad de donde es oriunda doña Carolita- una "colleja".
Para quien no sepa lo que significa colleja, a parte del pescozón en la nuca y una  planta que se puede cocinar, los granadinos la usan como adjetivo para calificar a una persona singular. Me parece que repipi es un término que se le acerca, pero colleja le encaja mucho más a esta señora.

Doña Carolita debe de rondar los ochenta años, se viste  con estampados de llamativas flores, lleva sus cuatro mal contados  pelos tintados de rojo panocha y los labios y los dientes  siempre de color rojo carmesí, como padece párkinson y debe pintarse ella misma digamos que el trazado de la boca es algo desigual. Sé por lo que me cuenta que es soltera y dice vivir con una sobrina que yo no he visto jamás, a la que le echa la culpa de todo: si compra unas coulottes rosa fucsia y le gustan, viene doña Carolita a por otras porque dice que las anteriores se las quedó su sobrina, pero igualmente si hierra en lo que escoge dice que  le manda la sobrina a cambiarlo y cuenta lo mucho que la regaña su sobrina al equivocarse en su elección.
Tal es el caso que origina esta anécdota.
La semana pasada doña Carolita vino dos veces a comprar, una a por braguitas y la segunda, la de repetición, aprovechó que teníamos en rebajas unas "batitas muy fresquitas y bien de precio”, siempre en todo le gusta llevar la talla mediana y aunque yo le daría una mayor, es raro que se deje convencer. 
Como se trataba de unas batas sencillas cruzadas el tema de la talla era más llevadero así que como ella quiso se llevó la que nos quedaba en talla M.




Esta mañana, para empezar la semana ha aparecido doña Carolita con su temblor si cabe más acusado, toda nerviosa porque su sobrina la había regañado mucho por la compra de la bata ya que no se la probó y parece ser que le estaba muy justa.
- Ningún problema -le he dicho- usted me la trae y se la cambio por la talla mayor o por la que usted quiera.
- Es que mi sobrina además me ha dicho que es muy sosa y que tenía que habérmela comprado de flores o estampada con colores.
(Las flores y doña Carolita…) 
-No se preocupe usted, traiga la bata y se la cambio por lo que usted quiera…
- Si es que mi sobrina lleva razón me la tenía que haber probado…¡que torpe  estoy!
- No diga eso, las tallas cambian de un fabricante a otro y hay veces que esa talla le gusta como le queda y hay otras que…(me interrumpe quejosa todo el tiempo)  
-Yo también le dije a mi sobrina que no tenía que haberla tocado

(Aquí la interrumpí yo)

 -Mire doña Carolita, yo le puedo cambiar una bata siempre y cuando venga en perfectas e idénticas condiciones a como salió de mi tienda.
 -Bueno, si "casi" está igual…
 - Si le han tocado lo que sea a la prenda no voy a poder cambiársela…
-Ya me dijo mi sobrina que tenía que habérmela probado...
  -Eso ya da igual, yo si usted se ha llevado algo que luego no le satisface sabe que se lo cambio sin problema siempre y cuando lo que me trae devuelta venga con su etiqueta yen perfectas condiciones, todo idéntico a como yo se la vendí
-Menos las braguitas que por higiene no las cambias…
-Eso es!
Al final y para acortar, ella parece haber entendido que sea lo que sea lo que “su sobrina invisible “le hizo a la bata, impide el cambio o devolución, y aún me insistió una vez más en que  la bata estaba prácticamente igual.


La verdad es que no tengo ni idea qué le han podido modificar a una prenda tan básica como es una bata de verano manga corta cruzada  que se cierra anudando un cinturón, pero la intuición, la experiencia y la prudencia me dictaron que no preguntara para no verme sorprendida por argumentaciones del tipo "si-pero-no-que-yo-que-se-pero-mira-que-te-diga..." que se escapan seguro a la lógica y al normal razonamiento.