( La mujer es voluble, como una pluma al viento,
cambia de palabra y de pensamiento)
Traducción al español de la estrofa más famosa
de “La Donna e mobile” de la Opera Rigoletto
de Giuseppe Verdi (1851)
Algo
fundamental al vender es convencer y de tanto decir siempre lo mismo puedes
llegar a sonarte a ti misma como rallada, repetitiva, monótona, no digamos a los demás:
-Este te
queda monísimo
-Te sienta
muy bien
-Te favorece…
-Te queda
perfecto, genial, fantástico…etc.
Y cuando algo
no queda bien, tengo un abanico de eufemismos para dar mi opinión si la
requieren.
Para bien o para mal, a favor o en contra, las frases a las que
recurrimos, son cosas tantas veces dichas a lo largo del día que acabas por
decirlas tan desapasionadamente que por bien que le quede una prenda a una
clienta, tal y como le das tu opinión, seguro que dudará de que lo dices de
corazón.
Me gusta hacer juegos de palabras, los dobles sentidos, las palabras polisémicas, por pura gimnasia mental, la encuentro muy necesaria porque si no me acabaría limitando a cuatro frases hechas que treinta años diciéndolas acaban por perder su fuerza y su significado.
y por eso recurro a un juego de palabras con la conocida ópera, la donna e mobile: la mujer es voluble…
y por eso recurro a un juego de palabras con la conocida ópera, la donna e mobile: la mujer es voluble…
Cuando un móvil suena puede cambiar el ritmo y el rumbo del momento en el que se esté y de manera especial si el que suena es el móvil de una cliente : La donna e il mobile, la mujer y
el móvil. (Estoy por ponérmela de tono de llamada)
El móvil pocas veces viene a ayudar o impulsar una venta. Da igual que
entre en juego antes, durante o al final de una venta, salvo que suene cuando
la tarjeta de crédito de la cliente esté ya insertada en el TPV, en un
alto porcentaje de las veces cuando un móvil suena una venta se pierde.
Todo el mundo tiene móvil y de su uso y abuso se ha escrito y se
escribirá hasta la saciedad. Y no es para menos...
(Capítulo
aparte merece el de las cámaras de los móviles en los probadores y de los
mensajes por wassap.)
Algunas clientes entran directamente a la tienda hablando por él y si
acaso saludan con un movimiento de cabeza, siguen su conversación y tras una
turné por los percheros y
las estanterías salen por donde han venido, muchas veces sin despedirse. Que a lo mejor en una macrobestiatienda pasa desapercibida o queda muy chic, pero en una tienda pequeñita...digamos que no queda glamuroso para nada.
En otras
ocasiones el móvil suena cuando la estás
atendiendo en el mostrador y la cliente se encuentra escogiendo un modelo de
sujetador o cualquier prenda del tipo que sea, aunque sea una elección compleja da igual, siempre es lo mismo: busca
en su bolso casi frenéticamente, y al contestar yo “desaparezco”, es como si me
volviera invisible. La cliente desconecta del mundo exterior y del entorno,
toca las prendas sin verlas y a veces me mira pero siento como si mirara a
través de mí, o como si entre ella y yo hubiera aparecido de pronto un cristal de esos
que tú ves pero no te ven, esos que son como una ventana para la policía y como un espejo para el interrogado, la vista de la cliente parece llegar justo a esa luna, incluso parece cómo si se estuviera
mirando en ese espejo y no supiera que yo estoy detrás.
Cómo no es posible evaporarme -ni creo que llegue a ser necesario- me pongo a recoger mientras ella comenta lo que estaba haciendo, y normalmente suele perder el interés en la compra y despedirse -a veces-, con un “ya volveré en otro momento” hablando bajito, o simplemente con un movimiento de hélice con la mano que parece impulsarle hacia la salida y da lo mismo el rato qué hubiéramos invertido, cuan empantanado tuviera el mostrador o en qué punto de la venta nos encontráramos, salvo -como ya he dicho-, que hubiéramos cerrado la transacción y su tarjeta estuviera en el TPV el resultado suele ser el mismo: la no venta.
Cómo no es posible evaporarme -ni creo que llegue a ser necesario- me pongo a recoger mientras ella comenta lo que estaba haciendo, y normalmente suele perder el interés en la compra y despedirse -a veces-, con un “ya volveré en otro momento” hablando bajito, o simplemente con un movimiento de hélice con la mano que parece impulsarle hacia la salida y da lo mismo el rato qué hubiéramos invertido, cuan empantanado tuviera el mostrador o en qué punto de la venta nos encontráramos, salvo -como ya he dicho-, que hubiéramos cerrado la transacción y su tarjeta estuviera en el TPV el resultado suele ser el mismo: la no venta.
Pongámonos
en situación:
Comprar por ejemplo, un sujetador o un bañador no resulta fácil, requiere su tiempo, requiere decisión por parte de la cliente y sobre todo requiere atención, la de la vendedora, pero mucho más la de la compradora porque al ser un artículo necesario suele ser una compra planificada, rara vez es una compra por impulso.
Comprar por ejemplo, un sujetador o un bañador no resulta fácil, requiere su tiempo, requiere decisión por parte de la cliente y sobre todo requiere atención, la de la vendedora, pero mucho más la de la compradora porque al ser un artículo necesario suele ser una compra planificada, rara vez es una compra por impulso.
Pensemos en una
cliente que por fin tiene tiempo y humor para buscar una prenda de baño ya que
están próximas las vacaciones y su operación bikini ha sido un desastre.Los de los años anteriores le están pequeños y necesita algo que la tape, lo cual en prendas de baño es bastante difícil.
La cliente me expone su descontento con su cuerpo, ha cogido peso porque…o no hace mucho
tuvo un doble esguince , o un bebé, o se ha estado preparando unas oposiciones a notaría... da lo mismo, porque el resultado es
idéntico: kilos de más, nuevas lorzas y piel acolchada.
Está muy molesta con su nueva apariencia y le va resultar difícil encontrar un modelo con el que enfrentarse a la arena de la playa.
Si se trata de una mamá reciente aún es peor, porque el pecho también le habrá cambiado drásticamente y ningún modelo de bikini de los que acostumbra le va sentar como ella quisiera, y los que le devolverían el pecho a su sitio le parecen “de vieja” o no le gustan por muy juveniles que sean los estampados, ella preferiría un tipo triángulo, de cortinilla, o bandó.
Está muy molesta con su nueva apariencia y le va resultar difícil encontrar un modelo con el que enfrentarse a la arena de la playa.
Si se trata de una mamá reciente aún es peor, porque el pecho también le habrá cambiado drásticamente y ningún modelo de bikini de los que acostumbra le va sentar como ella quisiera, y los que le devolverían el pecho a su sitio le parecen “de vieja” o no le gustan por muy juveniles que sean los estampados, ella preferiría un tipo triángulo, de cortinilla, o bandó.
-¡Con el
pecho que yo tenía…!-Se lamenta.
Y tras enseñarle los mil y un bikinis, -todos sin dejarnos ni uno sólo-, haber descartado los
bañadores de una pieza porque "con él me parecería a mi madre”, y haber
seleccionado una media docena de modelos que pueden acercarse a lo que ella va
buscando -y yo casi tengo la certeza de que le van a sentar bien-, y escoger otros tantos de los que le gustaría poder volver a ponerse. Cargada y
esperanzada entra en el probador. Al momento -momento móvil-, suena una música más o menos
conocida.
Treinta
segundos después (lo tengo cronometrado) sale la cliente del probador con un
batiburrillo de bikinis y perchas – Aún no he llegado a entender cómo en tan
poco rato todos los bikinis que entraron al probador perfectamente colocados en
sus perchas salen desparejados y no hay
uno sólo cuya parte de arriba se corresponda con la de abajo eso si vienen medio colgados que a veces -la mayoría- tampoco (eso con suerte si es que no decide
dejarlo todo en el probador)
-Mira…lo
dejo…es que me han llamado y tengo que irme…
Y así una y
otra vez. Impepinablemente. En un alto porcentaje de las veces cuando un
móvil suena…una venta se pierde.
Y me ha
sucedido con clientas que ya se habían probado diez o doce sujetadores,
clientas a las que en muchísimas ocasiones he dedicado tiempo y exclusividad
haciéndome cargo de sus problemas, y frustraciones a la hora de encontrar la
prenda perfecta…
El perfil de la clienta en estos casos es
universal: Pocholas, Pititas y Pitirritantes, todas por igual.
Hace poco
leí un artículo de Francesc Puertas, experto senólogo y defensor de las tiendas de corsetería especializadas, que hablaba de la relevancia del tomarse su tiempo a la hora de
comprar un sujetador. En el artículo decía literalmente: "La persona que acude a la tienda,
se ha de tomar esta acción como algo lo suficientemente serio para no tener
prisa, y más aún si hablamos de sujetadores…”
Pero el
tiempo, cómo tantas cosas, es relativo y sobre todo si depende de ese apéndice
externo en el que se ha convertido nuestro inseparable móvil y que de seguir
así estoy segura de que en la evolución genética humana nos saldrá
un auricular en la oreja y que una antena interior en la rabadilla nos
mantendrá en conexión por satélite. A la sabia naturaleza o a Microsoft ya se
le ocurrirá algo para incorporarnos a la red.