A veces entre las de nuestro gremio, si somos bien-avenidas (en realidad en mi ciudad sólo hay una mal avenida y es por su mala praxis) aparte de ayudarnos en lo que podamos entre nosotras, también nos intercambiamos sucedidos, información y anécdotas como cuando de niñas nos intercambiábamos cromos.
No hace muchos días coincidí con una mujer que lleva tanto tiempo como yo entre bragas y sujetadores y me contó de primera mano una anécdota que ya me había contado un representante hacía muy poco, hablando precisamente de la poca prudencia y respeto de algunas de nuestras Pitirritantes.
Se lamentaba mi compañera de haber
pasado más de media tarde con una señora a la que le fue muy difícil encontrarle un modelo que coincidiera con el gusto, la
talla y las necesidades especiales de color y forma de escote que dicha cliente le solicitó.
Mi colega es muy
profesional y está muy dedicada a su negocio, así que no dudó en orientarle, enseñarle
y ayudarle a probarse todos los modelos que consideró podían encajar en sus
peticiones, incluso pensando en que era venta segura, dejó de ir a un evento
social al que hubiera podido asistir cerrando diez minutos antes pero al que
renunció porque un cuarto de hora después de la hora del cierre aún estaban
liadas la cliente y mi colega en ardua búsqueda del sujetador perfecto.
Por lo visto, la cosa se alargó bastante, ya que al parecer la cliente
pedía opinión cada vez que se probaba
una prenda -y fueron muchas-(me dijo mi compañera) y la señora entraba en el
probador y se la volvía a enseñar con una camiseta ajustada encima y volvía a
salir cada vez y más de una vez con cada prenda en la pre-selección y en la
selección final (esta de la camiseta, es
una práctica a la que animamos las vendedoras para ver el efecto cuando ya se
ha hecho la selección de los modelos que más le gustan a la cliente.)
-¡Mira lo tarde que se nos ha hecho...! Haz una cosa, escríbeme la
marca, el modelo y la talla en un papel que como voy mañana a Granada me acerco al Corte Inglés y me lo miro más
tranquilamente…
Definitivamente, el cliente tiene razones que la razón no entiende…