Lo que empezó como un rincón donde volcar mis experiencias y
mis anécdotas, como algo en plan escritura terapéutica personal, ha resultado ser un lugar de encuentro donde
desde puntos remotos del planeta, otras
vendedoras como yo se identifican con las circunstancias que he vivido y me
escriben emails para contarme que “saber
que no les pasa solo a ellas les ayuda a
hacer esas situaciones más llevaderas.”
P. desde Valladolid me
agradece que le haya ayudado a darle un
punto de vista irónico a los momentos que vive que le habían llegado a
angustiar e incluso a “enemistarme con mi trabajo, el cual llevo desempeñando 9
años”, me cuenta.
M. de Mountain View,California, me escribe para decirme que
se rió mucho con la lectura de las anécdotas y que luego hasta lloró porque
debajo de la ironía pudo percibir que muchos de esos momentos –que ella también
había sufrido-habían sido muy difíciles de sobrellevar y muy desalentadores.
En realidad se trataba de eso: contar mis anécdotas para ser
capaz de reírme de los malos ratos pasados y ¡si son compartidos muchísimo
mejor!
Me escribís y me preguntáis por cómo solucionar algunas de
las situaciones que se os presentan, algunas para nada jocosas o fáciles de
resolver y hoy me he decidido a compartir uno de esos emails, sobre todo porque
me ha hecho reír de buena gana, y no quiero privaros de que os riáis vosotras también.
Es sobre un problema que me consultáis a menudo, por lo que de esta manera si
podemos entre risas y de veras dar una
solución a otras compañeras de fatigas y tormentos laborales y laboriosos pues
mejor que mejor.
Se trata de S. de Argentina, tiene una lencería desde hace
varios años (no doy más pistas) y he quitado la parte donde se presenta y me
ofrece sus datos.
Su email dice así:
Hola! de casualidad encontré tu blog y me encantó!, […………] y muchas
cosas de las que dices me pasan, hasta ya identifique a las clientas según las
defines tu.... Pocholas, Pititas y Pitirritantes, es que son igualitas, y
gracias a eso, las veo con un poco más de paciencia, pensando en que a ti te ha
pasado.
Lo que te quería preguntar, ya que conoces y tienes más experiencia sobre el
tema, es sobre qué haces cuando hay una clienta con mal olor que quiere
probarse ropa interior... me ha pasado varias veces, que vienen con un olor de
no haberse bañado como una semana y tienen la cara de probarse la ropa, que
luego dejan con olor a chivo, o como dices tú, dejan el olor en el ambiente
cuando se van. Yo he intentado decirles... te lo puedes medir sobre la
ropa, para que veas el contorno.... algunas aceptan (igual dejan algo de
olor),.... y otras se hacen las desentendidas y al meterse al probador se sacan
la ropa y se miden el corpiño (sostén) de todas formas..... si les dices algo,
lo toman a mal y hacen escándalo.
Saludos!
S.
P.D. Te felicito por tu libro!
Me ha pasado como a M. que me he reído muchísimo de cómo lo cuentas pero
la situación en sí es que ¡no tiene maldita la gracia!.
El tema del aseo, -de la falta de aseo-, es recurrente. Da
igual en la latitud en la que se encuentren nuestros negocios, el caso es que
en todas partes “cuecen habas” que se dice por aquí, o lo que es lo mismo en
todas partes hay cochinas.
Pensemos en que tanto hablarnos de cuidar el planeta y de la
falta de agua y el no derroche de este -cada día más preciado-, bien común, les
lleva a algunas de nuestras clientas a pasarse de conservadoras y ahorrativas
en lo que se refiere a prodigarse con la buena costumbre de lavarse.
También puede ser culpa (por eximirlas un poco a ellas) de
los nuevos tejidos tan elásticos y poco
traspirables y que tanto daño han hecho a la estética de la lorza y del
michelín, embutiendo a las usuarias en prendas que lejos de favorecerlas las comprimen
y exprimen sacándoles ese juguillo que al evaporarse que no volatilizarse, los
demás tenemos que soportar.
El caso es que huelen ¡y mucho! Y lo malo es que ese olor
tan personal no es intransferible, muy al contrario, lo transfieren por donde
pasan y a todo lo que tocan.
La solución no es fácil, yo opto por tener muy a la
vista un cartel que ponga que por
higiene se prohíbe probar y cambiar la ropa interior. Por supuesto me refiero a
braguitas, tangas y coulottes, pero al no especificarlo y para estos casos tan…
incómodos, pues suelo ampliarlo a todo tipo de ropa interior de palabra. Pero
si cómo cuentas se “hacen las desentendidas” o saben que sí admites que otras
clientas más asépticas se los prueben, entonces mi consejo es que la midas muy
bien, (aguantando siempre la respiración, para lo que te aconsejo entrenes tus pulmones -por ejemplo-, en ejercicios de
buceo en la playa o en la piscina.)
O tal vez incluso te resulte rentable comprarte uno de esos medidores laser a distancia.
Luego la sometas a un amplio interrogatorio sobre qué tipo
de sujetador o corsé anda buscando para que no tenga que andar tocando muchas
prendas y si sin remedio ha de probarse pues que se limite a atufar dos prendas
como mucho.
Así, si tienes la suerte de vender una, sólo te quedará otra
impregnada con la que puedes hacer dos
cosas,(según el grado de pestilencia) : la mandas a la tintorería, para una
limpieza en seco o si no es muy grave el hedor, la pones a ventilar. (Lo he
visto hacer en la sección de corsetería de unos afamados grandes almacenes
españoles donde una dependienta le dijo a otra compañera que quería ayudarla a
guardar las prenda.
- No “esto” déjalo ahí un ratito que se ventile…” y
mientras lo decía se tapó la nariz
haciendo unos aspavientos con la mano bastante explícitos del problema.
Para terminar y nunca está de más, hay que hacerse con un buen ambientador de esos que
anulan los olores, nunca florales o frutales ya que podían formar un pastiche
denso e irrespirable y sería peor “el remedio que la enfermedad”.
Hay unos ambientadores líquidos para ambientes difíciles de
descontaminar que echando unas gotitas por ejemplo, en el probador y pasando
inmediatamente la fregona bien seca, se evaporan rápidamente y descontaminan,
con lo que la siguiente usuaria no tiene que respirar ni los efluvios de la cliente
mofeta ni los gases del bote ambientador, que en un sitio tan reducido les
puede llegar a hacer picar la garganta y resultar (uno u otro) irrespirable.
Espero que os satisfaga la respuesta, sobre todo a S. que de
manera tan simpática y en sintonía con estas narraciones ha compartido un
problema que está resultando más común de lo que se pudiera suponer.
Gracias por
compartirlo y por hacerme saber que vosotras también estáis ahí.