Un saludo (algo desorientado)


 Estaba yo en el andén de la estación de trenes de la ciudad en la que vivo esperando a una amiga, cuando dos raíles de por medio, en el andén de enfrente, vi a  una chica que había visitado mi tienda en alguna ocasión, así que la saludé, ella me devolvió efusivamente el saludó con la mano, luego se quedó como parada, me miraba mucho y si coincidían nuestras miradas, me sonreía.  La chica era muy simpática pero era evidente que sabía que me conocía pero no terminaba de ubicarme. 
Al poco rato su curiosidad debía de ser tan grande que cruzó el pasadizo que nos separaba y vino hasta donde yo estaba, me dio un par de besos y me dijo: 


-  ¡Hola! perdona, te conozco… se que te conozco y mucho, pero no consigo acordarme de qué, si  del instituto, del colegio…o de donde.
-  Sí, me conoces porque tengo una tienda de ropa interior en la calle tal. Una pequeñita que hace esquina…
-  ¡Ah…! ¡Si…! (silencio incómodo) ¡Vaya….!
La pobre mujer se quedó bastante cortada y se fue con la sensación de quien abraza a una desconocida, que era en realidad lo que había pasado.
Era normal, en el fondo sólo me había comprado un par de sujetadores y algunas bragas. No éramos ni de lejos lo que se puede decir amigas, como ella creyera en un principio. 
Tal vez sea por el tema de los probadores… vender ropa interior, te proporciona cierta intimidad con la cliente de manera que aquella chica sabía que tenía esa familiaridad  conmigo pero no me ubicaba detrás de un mostrador, vendiéndole un sujetador.
Entre tanta anécdota me resultaba difícil escoger una por la que empezar pero me decidí por esta para ponernos en situación, no es ni la más divertida, ni la más chocante pero es la que me ha ocurrido más veces y ha acabado siendo de lo más normal que cuando estoy fuera de mi negocio haya mucha gente que me salude e incluso me hable sin saber de qué me conoce o me confunden con alguien de su entorno más próximo.
Creo que esa misma sensación como de proximidad o familiaridad es la que ha propiciado muchas de las peculiares situaciones que voy a contar aquí. 
La realidad supera a la ficción y no he tenido que inventarme nada, ni cambiar nada, salvo los nombres de las protagonistas de las anécdotas que voy a relatar. Cada caso, cada capítulo ha sucedido tal y como lo cuento, por lo que cualquier parecido con la realidad no es mera coincidencia.