Clientes que dejan huella


No se trata – ¿por qué no?- de volver a lo tiempos de mi niñez. Tiempos  en que cuando acompañaba a mi madre  de compras e íbamos a por alguna cosa en concreto a alguna tienda o boutique -como se llamaban antes las tiendas de moda-, si mi madre no encontraba lo que buscaba o no era de su agrado lo que en aquel establecimiento le ofrecían, ella tan sólo por la molestia  y el tiempo que se suponía "había hecho perder" a la dependienta, adquiría cualquier menudencia "por las molestias ocasionadas": un par de medias, unos pañuelos de mano ( que ya tampoco se venden) …¡Y eso sólo por preguntar!
Un pañuelo o unas medias, no suponían un gran desembolso y eran cosas que siempre hacían falta. 
Aunque a todas las personas que entran en la tienda se les atiende de la misma manera -como si vinieran a comprar-, yo creo que si me dieran tan sólo veinte céntimos por cada interrogatorio al que algunas paseantes  me someten en balde o  por el tiempo que dedico a improbables clientes potenciales con poco qué hacer y mucho tiempo de sobra, seguro que sería la Tío Gilito de las corseteras…

Pero hoy la palabra cortesía ( leer bien CORTESÍA y no CORSETERÍA) está en desuso, no ya sólo los modales, sino hasta la palabra.
Han cambiado las costumbres quedando muy atrás esos tiempos -que para algunos parecerán antediluvianos-,  en los que uno era cuidadoso con lo que no le pertenecía, en la calle, en las tiendas, al mirar o tocar la mercancía exhibida y muy en especial en el probador.
Entonces existía una ley no escrita, donde si uno tenía la mala fortuna de manchar (o desgarrar) la prenda que se estaba probando, normalmente la pagaba, fuera o no de su talla, le acabara de gustar o no, porque al mancharla la  estropeaba, le producía un deterioro y no era de recibo que si uno hacía un estropicio, lo tuviera que pagar el comerciante.
En aquella sociedad ancestral había otro cívico ejemplo callejero:  cuando por accidente  alguien le rozaba o abollaba el coche al prójimo que tuviera estacionado delante,  detrás o al lado en un aparcamiento, entonces lo natural era dejarle una tarjeta de visita (que ya casi tampoco tiene nadie) en el limpiaparabrisas con los datos o el teléfono  para ser localizado,  ponerse en contacto y dar parte al seguro.
Desde luego eran otros tiempos.

Ahora las cosas han cambiado, lo de los coches…bueno… ¡la de espejos retrovisores rotos huérfanos de culpables y mal pegados con cinta americana que se ven por todas partes! En mi caso, pueden contarse las veces que he estado en el parking público por las rayas cortitas verticales que decoran las puertas de mi coche, producto de portazos sin consideración de quien se me pone al lado. 
Seguramente antes las plazas de los garajes no eran tan estrechas, pero también en otros tiempos teníamos mucho más cuidado o respeto con las cosas de los demás.
He acabado por no arreglar las muescas  de mis puertas porque me sirven de referencia para contabilizar el gasto en parking. 
Y volviendo al tema que nos ocupa. Hace un par de semanas estaba yo en la cola de una caja de una de las tiendas Inditex cuando la cliente que me precedía al ir a pagar una camisa blanca solicitó otra porque esa estaba manchada de lápiz de labios, curiosamente de idéntico color del que usaba la cliente.
Por lo visto empieza a ser esta una práctica habitual porque días después al otro lado del mostrador me sucedió algo parecido con una Pitita con mucho desparpajo...
-¡Qué bikinis tan ideales tienes en el escaparate!¿No tendrás uno de mi talla, de esos palabra de honor, -no lo quiero bandó, eh? -pero si que lleve tirantes por si me apetece nadar -aunque luego siempre los pierdo- y con la parte de abajo ni grande ni pequeña pero que me recoja bien los cachetillos?
¡Buenos días! Si, pasa  por aquí, por favor…
(Tanta información en tan poco tiempo es otro de los distintivos de las clientes Pititas)
-Mira, lo iba buscando en rosa chicle si es liso pues mejor y si tiene algún adorno que no sea metálico,  que luego en la playa con el sol se calienta y me quemo…
Considerando que estamos en las segundas rebajas y que todo anda muy escogido en tallas y colores a estas alturas del verano,  esta Pitita fue a tener la suerte de encontrar algunos que se adaptaban bastante bien a sus requisitos…
Le enseñé tres en su talla que cumplían la mayoría de sus condiciones, la mayoría…-porque todas era bastante difícil- de los cuales en principio rechazó dos...
-Bueno…este está bien aunque la braguita lo mismo me queda grande…
-Es una 40… (Juraría que  usa una talla 42)
-Si…ya te digo que a mí me gustan que no se queden grandes pero que "recojan"… ¿Este ...hum...no lo tendrás en otro color?
-Está también  en colores flúor…
-Ideal…pero no me gusta el nudo que lleva aquí (dice señalando el centro del escote palabra de honor del bikini)
-Bueno, esa es en realidad la gracia de este bikini…-Le dije haciendo ademán de colgarlo de nuevo en el perchero.
-Vale…déjamelo…"Me meto" este flúor y el rosa chicle, ¿Son de mi talla?
-Los dos son de la 40…
-¿De la 38 no tienes nada como para mí ?
- De esos modelos no…pero…
-Bueno, me pruebo estos y te digo algo.

Cogió las perchas de los bikinis con dos dedos y el brazo extendido como si soltaran alguna clase de irradiación invisible y  puso rumbo al probador con su mentón como  timón, su otra mano vuelta hacia arriba a causa de la sempiterna bolsa de marca que  llevaba enganchada en el brazo y tras tomarse su tiempo para acomodar bolso, bolsa y bikinis en los distintos percheros, cerró la puerta. 

Durante un buen rato no se oyó nada, ni sonó ningún móvil…ni siquiera el sonido de los zapatos al caer al suelo tras quitárselos…nada….
En todo el tiempo que estuvo en el probador no entró nadie más y la Pitita tardaba tanto en su silencio que  tuve que recordarme a mi misma que seguía allí , tras la puerta…completamente en silencio... 
En estos pensamientos me encontraba cuando  de pronto se oyó correrse el pestillo y salió:
-¡Augh…que calor hace en este probador!…menos mal del ventilador…pero ni por esas…
La verdad es que no aparentaba haber sudado ni lo más mínimo. Salió perfectamente compuesta tal y como entró, no parecía ni haberse quitado la ropa a juzgar por el lazo de su camisa que estaba anudado de manera idéntica a como estaba cuando entró. Me dio las perchas y las cuatro piezas de bikinis hechas un batiburrillo, las braguitas como un guiñapo, vueltas y enrolladas como un ocho cada una.
-Mira este no me gusta nada…-me dijo señalando al más retorcido del revoltijo- y este me gusta... me gusta bastante…
Mientras yo estaba intentando volver a su ser a cada braguita ella me comentaba:

-Quedar, me quedan bien los dos, pero he pensado en que del flúor lo mismo me canso antes...Ah!Pero me vas a tener que dar otro porque mira….¿ves? Esta manchado…

Efectivamente, ambas braguitas antes de un sólo color, ahora estaban tiznadas con rayas  estilo cebra...
-Ciertamente están manchados los dos… 
Sacudí enérgicamente la braguita del que le gustaba. Trate de frotar el tizne con el que  al parecer había ensuciado los bikinis…
-Me los he probado con mi braguita ¿eh?( sí, y a juzgar por las huellas como de pisadas que tenían ambos bikinis, con los zapatos puestos también)
Mientras yo seguía concentrada sacudiendo y frotando,  ella se dio un paseo por los vestidos playeros, movió las perchas aunque sin ningún interés…
-Dime...¿Tendrás otro de la misma talla? -Me dice sin mirarme.
 -Pues… no…es el último…
-¿Y en qué se queda ahora?
-Valía 46,95 ahora cuesta 29,95…
-¿Cuánto le haces?
-Un 40%.
Se acercó al mostrador, buscó en su bolso el monedero y con un golpe de muñeca me tendió su tarjeta de crédito.

Desistí de frotar. Lo doblé y me dispuse a pasar la tarjeta por el datáfono. Acto seguido ella lo desdobló .

-¿Es mono verdad?

-Es precioso…

-¿Esto se quitará verdad? -me dijo cogiendo la braguita ya doblada y sacudiéndola ella como hacía un momento hiciera yo.

-Si mujer, es  del roce de los zapatos…

-Llevo sandalias… Tch! me las tenía que haber quitado…¡Estas prisas!

   (¿¿¡¡¡…!!!??)