Femenino singular, pretérito imperfecto.


No todas las sorpresas son cómicas o divertidas, algunas son desagradables y otras incluso son sucesos con tintes dramáticos …
A mediados de los 90 nos despertamos una mañana en el barrio donde trabajo con una noticia turbadora: una mujer había sido encontrada muerta cosida a navajazos en su casa, vivía sola de alquiler y al parecer se dedicaba a la prostitución de lujo.
El barrio en el que tengo mi negocio siempre ha sido un barrio familiar de clase media, donde todos nos conocíamos. Hoy en día esto ha cambiado y son muchos los vecinos que no se conocen entre si y son muchas las familias que se han marchado a vivir en duplex y chalets a las afueras y que apenas bajan a pasear o de compras por el centro de la ciudad porque es mucho más cómodo ir a un centro comercial sin zonas azules ni límites de tiempo o de paso por tantas -cada vez más desiertas- calles peatonales. Pero a mediados de los 90 era un barrio muy tranquilo y una notica así nos conmocionó a todos.

Carmen era una chica encantadora, no había cumplido los 30 años y su manera de vestir y sus forma de desenvolverse le hacía parecer mucho más joven.

Carmen no era guapa pero si vistosa, era alta, tenía un cuerpo bonito y había conseguido sacudirse de encima la patina provinciana, ella decía que era modelo y azafata de congresos y no había razones para pensar que no era verdad.
Había sido compañera de colegio en un barrio humilde donde estudiara de pequeña la chica que entonces trabajaba conmigo, quien me contó algo de un novio que la hizo sufrir, pero a ella no se le transparentaba sufrimiento alguno, al contrario se la veía animada y alegre y sus compras estaban dentro de lo que una chica joven y con un buen sueldo podía apetecer comprarse.
Resulto que Carmen lejos ya de aquel humilde barrio y de novios que le hicieran sufrir o tal vez porque no había logrado sacarlo de si, se dedicaba al oficio más antiguo del mundo haciendo de él una versión moderna virtual y tambien presencial. Tenía hasta su página web y tras aparecer muerta, en su ordenador le encontraron los nombres y teléfonos de muchos próceres comarcales,  locales y  nacionales, que desde aquello estuvieron comprometidos en el escándalo y bajo sospecha. Seguramente por el nivel de los implicados fue, por lo que no tardaron mucho en esclarecer el suceso.

Usaba Patricia como nombre de guerra, y su tarifa era de 20.000 ptas.
Su padre la encontró muerta y en estado de descomposición unos días después de que la mataran.
No tardaron en dar con el culpable, un joven agricultor enamorado y enajenado que acabó con Carmen (para él sería Patricia) asestándole cerca de 30 puñaladas. Declaró razones y enajenaciones para justificar su crimen. Pero una muerte así no tiene justificación ninguna.

A mi Carmen me caía bien, las dos nos caíamos bien. No era una chica corriente y  hoy después de tanto tiempo, después de tantas caras, la suya la recuerdo perfectamente y quiero recordarla como el día que vino y me encontró intentando conectar el router antediluviano  que por aquel entonces hacía falta para la conexión con internet y me ayudo a resetearlo y me comentó que tuviera cuidado que a ella le habían pasado un “facturón indecente” por culpa de internet y desde entonces cambiábamos alguna anécdota informática como si fuéramos compis internautas.

Era una chica muy agradable, y creo que cuando venía a la tienda vivía la fantasía de ser sólo Carmen, una chica normal, incluso una vez la vi mirando unas mini combinaciones que tenia sobre el mostrador y cuando me ofrecía a enseñárselas me dijo que no, que “aquello” no era para ella…

Detrás de las personas hay vidas que ni imaginamos. 
Sorpresas y secretos.