Entre la espada y la pared


Voy  abrir una nueva sección, la voy a llamar “entre la espada y la pared” y en ella voy a relatar alguna de las situaciones que de forma desgraciadamente recurrente tenemos que digerir  los que trabajamos detrás de un mostrador.
Tratará del tiempo que sin remedio nos roban personas que con sus visitas secuestran nuestro tiempo y nuestra energía, una vez y otra vez, contando la misma historia, el mismo fragmento del triste capitulo de una vida amarga que se empeñan en repasar conmigo como testigo forzoso, una  vez tras otra narrando palabra por palabra, sin añadir ni un punto ni una coma, gente que se niega a pasar página releyendo una y otra vez un capitulo de sus vidas, día tras día y siguen exactamente en el mismo punto, un punto concéntrico que les hace hundirse más y más en su infeliz vida como la espiral de un taladro que las apuntala más y más  en su desdicha, sin permitirle evolucionar.





Personas a las que obligatoriamente tantos ratos he dedicado, pensando al principio y con resignación más tarde, que desempeñaba una suerte de bien comunitario ya que nadie, ni sus propias familias les escucha, que nadie les presta ni un poco de atención que todo el mundo les evita, pero a mi me pillan sin escapatoria posible  en esta consulta psiquiátrica  gratuita  en la que transforman sin permiso el espacio dedicado a  mi negocio,  me arrinconan sin remedio y confiscan mi tiempo exprimiendo mis nervios y mi paciencia.




Antes creía sinceramente que podría ayudarles, pero ahora me he dado cuenta de que no, no les ayuda ni les sirve para nada la escucha activa, porque esas personas que tanto necesitan ser oídas, no oyen ni escuchan, no les importa lo que alguien pueda aportar para tratar de ayudarlas, sino que los utilizan como recipiente donde verter sus rencores  y sus miserias humanas. Así siento que me usan sin compasión para compadecerse a sí mismas y sentir que al menos alguien las compadece, pero sus insanos monólogos acaban por robarme la energía, secuestran mi tiempo y me someten a un suplicio del que sólo podría escapar cortando por lo sano y sin piedad. Algo que no va con mi  forma de ser, de momento.     



El lunes empecé la semana con nada menos que tres de estos personajes. De pronto parecía que todos los astros se habían alineado apuntando a mi tienda para concentrar  allí, primero a dos de las “visitas” que temo más y por la tarde a última hora y como fin de fiesta a una tercera. Esta última aunque igualmente vino a aligerar su pesadumbre sobre mí, contándome sus problemas,  a diferencia  de las dos visitas matutinas, esta dialoga, busca soluciones y comparte no sólo sus tremendos problemas sino también sus logros y –pequeñas alegrías o avances-. Es una mujer sin suerte pero peleona con la vida y aunque siempre se le presenta en su camino algún colosal obstáculo la ves avanzar, pelear intentar solucionarlo.            



No siento que nuestras “sesiones” sean algo insustancial.
A diferencia de las otras “visitas” que vez tras vez, incluso año tras año, siguen en el mismo punto infectado de sus vidas que parece que ni siquiera la Vida –que a veces concede drásticas soluciones- tuviera a esta gente en cuenta. Es como si la propia Vida las tuviera castigadas en un rincón, arrinconadas, como ellas  arrinconan.  


Vale, todos necesitamos desahogarnos y yo la primera, por eso escribo, por eso este blog, para contar lo que me agobia y también las anécdotas divertidas, curiosas y hasta las ridículas para reírme de mi misma si hiciera falta o para lloriquear, al compartir esas anécdotas y los sentimientos que me producen al volcarlos aquí, escritos de esta forma es escritura terapéutica para mí. La diferencia es que a tí   que estás leyendo mis quejas no te pongo entre la espada y la pared, tú tienes la libertad de leer lo que escribo o no y el tiempo que me dedicas me lo regalas porque sí y te doy las gracias.