Compras muy meditadas

De un tiempo a esta parte los consumidores parece que vamos con el freno de mano-o de bolsillo- puesto.

Entre los “me lo pensaré”  y los “me voy a dar una vuelta”, una gran mayoría de clientes se han convertido en lo contrapuesto de las compradoras compulsivas. El ir a comprar como diversión, como ocio, es una modalidad en desuso.


Sólo se compra si se necesita algo y cuando se encuentra parece como si recelaran de localizar lo que buscan tan rápidamente y pensaran que cómo les ha sido relativamente fácil encontrarlo, si siguen buscando van a encontrar el más difícil todavía lo que hace que ahora cualquier compra, adquirir algo nuevo, lleve su proceso y su tiempo, y se lo toman ...¡Vaya si se lo toman!  
-Hola venía a por una bata que vi el otro día.
-Muy bien ¿Cómo era?
-Azul con ositos y cuadros...pero no veo ninguna..
-¿Unas que estaban en promoción? 
-Si, estaban en oferta.
-Lo siento, ya no queda ninguna.
-¡Pues sí que se han acabado rápido!
-Es que hace veinte días que se acabó la oferta...
Buscan, miran y remiran en todas partes (en este momento de carencias lo único que sobra es el tiempo)  cuando se convencen de que ese “más difícil todavía” no existe o no lo van a encontrar y sólo si la necesidad ya es imperiosa se deciden a comprar(En ocasiones hasta tiran en la papelera de la tienda, el sujetador viejo que traían puesto).
Pero no siempre acaban decidiéndose y empieza a ser usual que tras una sesión interminable de probador y tras numerosos descartes de modelos de -por ejemplo- sujetadores, se quedan con  dos y hasta tres modelos posibles de los que podrían ser una elección acertada y cómo no saben decidirse, no se llevan ninguno.
Desde luego el precio es el principal hándicap, pero si se supera esa fase…
-¿Qué precio tiene este sujetador?
-39,90€
-Ah! Pues está muy bien...y se ve bueno…
-Sí, Sí, la relación calidad-precio es muy buena.
- Pues me voy a probar los que más me han gustado y me decido…
Y más tarde, tras habérselos probado y vuelto a probar y decidir cuál o cuales les gusta, sale y te los comenta:
-Este me queda perfecto (refiriéndose a un sujetador de capacidad), me recoge, no me saca “mollitas”. Este otro me encanta, se queda precioso y además no tengo ninguno que se puedan cambiar los tirantes…y este también se queda fenomenal…
-…  (And the winner is…)
-Bueno, voy a pensármelo y cuando me decida por alguno, vuelvo…
-¿¿¿¿¿....?????
Cuando ya se han marchado y me pongo a colgar o a guardar las prendas, y reviso  mentalmente la pre-venta (¿o sería una pre-compra?), repaso mentalmente mi manual de técnicas de ventas que he intentado perfeccionar en estos 28 años de vendedora y no puedo llegar a entender ese salto entre intención de compra y deseo del objeto, -deseo que puedo ver en ellas y sentirlo cuando salen del probador-, y siendo el trato exquisito, me resisto a entender cómo quedándole perfecto, siendo lo que buscan, terminen aplazando o  desistiendo de comprarlo.

Cualquier vendedora experta sabe si la venta va bien encaminada o no, claro que siempre puedes llegar a tener sorpresas de última hora pero antes eran insignificantes y si acaso se daban era en el escenario contrario: crees que la cliente no está convencida, se va como desganada a probarse y al salir del probador, contra todo pronóstico, te sorprende con que se queda con el artículo.
Pero lo verdaderamente extraordinario es que cuando crees que una venta llegará a buen término, justo la clienta desiste sin otra razón que prefiere pensárselo…
Aunque la cliente no lo note, -ya me encargo yo de que así sea- no acabas de acostumbrarte a estos requiebros y te queda, una vez que se ha ido la cliente, una sensación “rara”, más que de tiempo perdido, como de frustración al no haber sido capaz de hacer bien tu trabajo: vender, pero sin poder entender el porqué no has vendido.

Pero el cliente tiene la última palabra y es verdad, porque hay episodios que te dejan muda.
Este episodio-el último de ellos- sucedió a  última hora, diez minutos después de la hora del cierre, todo guardado, ya apagado el ordenador, cerradas las cancelas de los escaparates y con la luz general apagada me dispongo a cerrar la puerta, dos chicas llegan como con la lengua afuera.
-¿Ya has cerrado? (¡que perspicacia!)
-Es que venimos corriendo porque tienes unas ligas de novia en el escaparate…
- Pasad , pasad...
Enciendo de nuevo las luces y las dejo pasar, una venta nunca está de más aunque sea a deshoras...
Se las muestro y se entretienen en compararlas:
-Esta es bonita…
-¡Esta tiene el lazo celeste!
-Si te fijas, Todas tienen el lazo celeste…
-Ah… sí?
-A mí me gusta la de topitos,
-A mí me gusta más esta de encaje…
-A mí no...a mí la de topitos.
-¿Qué vale?
-Esa está muy bien de precio, cuesta 7,95€ (es la más barata)
-Bueno, piénsatelo.-Le dice una a la otra y a mí me explica:
-Son preciosas, al verlas en el escaparate me gustaron mucho y era para que ella las viera y  escogiera. 
Y se volvió a su compañera diciéndole:
-Te lo piensas y ya vendré yo a por ella en otro momento, como trabajo enfrente…