Supersenos y tangentes

Hay veces que soy capaz de hacer diez cosas a la vez, atender a tres personas y tenerlas atendidas organizando las ventas de forma y manera que ninguna sienta que está perdiendo el tiempo y hay otras veces que me ralentizo de tal manera que con una sola ya me cuesta coordinar la actividad para llevar la venta a buen término, sobre todo cuando estoy cansada, no he dormido bien y he tenido mucha tensión durante mucho tiempo.
La semana había sido de aúpa, era viernes a última hora y  aquella tarde no sé si estaba estresada o atrofiada pero el caso es que cuando vi entrar aquella chica pensé que todos los hados del comercio y de las ventas se habían puesto en contra mía. 

Nunca había visto un par de pechos semejantes.
Corría el año 1985 y apenas hacía pocos meses que había abierto la tienda, así que no tenía ni siquiera hecho el rodaje. 
Bueno, la verdad es que hoy con un montón de años ....y de experiencia a veces me siento igual de torpe que en aquella ocasión. Aunque aquella fue memorable.
Como digo entró una cliente con unos pechos descomunales, descomunales para aquellos tiempos en que la silicona sólo se usaba como impermeabilizante en trabajos de fontanería. 


Tal vez hoy no me hubieran parecido tan grandes,  a fuerza de ver exageraciones. 
Tal vez me pase como con el patio de mi colegio que me parecía enorme en mis recuerdos y luego cuando lo visité de mayor no lo era en absoluto o como aquel que volvió a su pueblo tras años de vivir en Nueva York y comento que le parecía que " estaban los tejados más bajados".
A mi entonces me parecieron unos pechos imponentes.
Y sí, venía buscando un sujetador.
La chica en cuestión vestía bien, era joven y estaba delgada, entonces el tener aquella talla era un verdadero problema porque- como ella me explicaba-, hasta tenían que hacérselos una modista porque no encontraba ninguno y los que en las tiendas le iban bien de pecho, eran tan feos que se deprimía.
Me confesó que estaba muy acomplejada.


La verdad es que yo -toda impresionada-, andaba todo el rato pensando en que aquella chica era un fenómeno y sin esperanza de venta alguna, le saqué todos los sujetadores de tallas mayores que tenía. 
Ella se los colocaba midiéndoselos por encima de su ropa y no le llegaban a cubrir lo suficiente …ni de lejos.

Saque mi cinta métrica, la medí y aún me pareció más colosal, no recuerdo las medidas y seguramente hoy visto lo visto y con el cambio espectacular que los cuerpos y los pechos han dado en estos 25 años ya no me impresionaría, pero repito: en aquel momento me parecieron los pechos más grandes del mundo. 
Estuvimos mucho rato mirando sujetadores y catálogos, y al final hubo un par de ellos que, aunque yo no tenía su talla en ese momento,  si tenía la posibilidad de traérselos. 
Cuando me preguntó si eran o no muy caros me traicionó el subconsciente y le dije alto y claro:
  -Nooo… tiene muy buenos pechos! 


Creo que me puse colorada y la verdad es que me hubiera gustado evaporarme.

Ella me clavó los ojos y yo me hice la “yo-no-he-sido”, mientras pensaba “tierra trágame!” y me salí por la tangente hablando de las propiedades de los sujetadores mientras buscaba  en un catálogo de precios, pasando las hojas despacito para no tener que mirarla con la esperanza de que acabara pensando que tal vez me habría entendido mal o que yo no me había dado cuenta de lo que había dicho....




La pobre con su complejo y yo le salí con "aquello"...! ...Qué mal rato!

Ya he aprendido a poner el piloto automático en posición ventas y tener en silencio al amigo invisible que a veces no para dentro de mi cabeza y que aquel día no paraba de exclamar: "¡madre mía que pechos!", "¡son tremendos…!" y cosas por el estilo, aunque estas precauciones tampoco me han salvado de otros deslices y algún que otro resbalón.

No es difícil columpiarse cuando estás de cara al público.

Arqueología: cultura Olmeca