Dependientes new age

Al salir del dentista mi hija y yo decidimos dar una pequeña vuelta por el centro para "despejarnos".
El centro de esta ciudad se está volviendo impersonal, tanto que parece un centro comercial al aire libre pero sin aparcamiento y el que hay de pago y lujo. Las tiendas no, esas ya no son de lujo, son las mismas que cualquier centro comercial de cualquier parte, da igual el que sea, los mismos letreros, las mismas marcas, casi identicos escaparates, la misma ropa  toda, la de unos y otros ,de precaria calidad y efímero diseño, y si lo tiene el primer lavado se lo cambia porque se tuercen las costuras a veces aún más, tal vez la diferencia de la calle con el centro comercial son los locales cerrados y las tiendas de chinos encubiertas… 
-¿Pero no lo son todas? 
-Bueno si, pero cambia la etiqueta…
Si sales a pasear por el semivacío centro ya no son los escaparates iluminados y compuestos los que llaman la atención, sino los otros, los apagados y "decorados" con el letrero de  se alquila o  se vende.
-Anda, mira  han cerrado “Christian” 
-Si hija hace tiempo, ¿cuánto hace que no pasas por aquí?
-No tanto…me da pena porque mi vestido favorito de pequeña era de aquí.
-Si hija y el mío...
Y así cada día abren o cierran  -más de lo segundo que de lo primero- , tiendas de todo ramo y magnitud. Una pena.
Era medio día, la calle estaba tranquila, las tiendas muy sosas, muy vacías de gente recordé que necesitaba algo del super y como faltaba poco para que cerraran (aquí la gran mayoría de las tiendas del centro cierran hasta las cinco) y como se nos caducaba el tique del aparcamiento decidimos ir al centro comercial.

A mitad de semana tampoco había mucho público aparcamos cerca de la entrada sin problemas, aquí es difícil perderse en la diversidad, siempre las mismas tiendas, todas franquicias, todas cadenas, pocos cambios. Al pasar por una de las pocas tiendas “Blanco”, que no han quitado todavía, mi hija adolescente me empujó hacia adentro. Tres jovencísimas dependientas pululaban por allí colgando ropa, ni nos miraron   y mientras mi hija lo tocaba todo yo andaba con las dos manos trabadas en las asas de mi bolso, tal vez para contrarrestar la soltura con que ella desbarataba las prendas para mirarlas y luego dejarlas encima de las mesas, a mi me cuesta asumir  su desorden adolescente, pero parece que en la "nueva era" ir de tiendas es eso, pasarte todo el rato en una macro tienda desbaratando prendas hasta que , por casualidad en una percha que no corresponde, encuentras algo que te llama la atención, (probablemente si estuviera en su sitio ni te fijarías) te lo pruebas y si no te gusta no tienes que molestarte ni en sacarlo del probador, da igual las prendas, la persona que venga después, las dependientes. A mi todo esto me puede, soy de la vieja escuela. 29 años detrás de un mostrador tan distinto de todo esto.
Mientras mi hija rebuscaba no sé el qué, yo me di una vuelta por los percheros a rebosar, busqué para mí un par de camisetas holgadas para estar por casa en plan cómodo, había allí una gran cantidad de “trapos” -casi en sentido literal lo digo- y algunas de las camisetas podían encajarme de precio y forma.
No había nadie más en el local, nosotras dos y las tres muchachas, después de mirar las etiquetas y no teniendo claro la correlación de las tallas que me parecían diminutas, me decidí a preguntar a la dependiente que tenía más cerca. Estaba agachada sobre una caja de cartón llena de más género.

- Hola, por favor ¿Cuál es la talla más grande que tenéis?
Y la chica sin mirarme ni levantar las manos de la caja, con la barbilla señaló al perchero y me dijo:
-La que haya ahí.-Que me sonó a un” búscate la vida”, alto y claro.

Nos fuimos. Poco le importó a ninguna.

Siguiente parada: Zara aquí llevada en volandas por mi hija, casi sin tocar el suelo, entramos hasta el fondo del local a la sección infantil, sin dejarme ver nada más, a tiro hecho a por una camiseta  a la que mi hija le tenía ganas. 
La buscamos entre las perchas, pero justo la talla 13-14 -que usa mi hija-, no estaba. En color blanco no. Sólo las había en colores fosforitos de los que no soy nada forofa, salvo para mi hijo pequeño al que, según donde vayamos, tiendo a ponerle camisetas llamativas para que no se me pierda de vista.
A pesar de que la sección infantil de Zara era el doble de grande que la tienda en la que acabábamos de estar, aquí sólo había dos dependientas, muy monas y sonrientes. Como clientes  había dos o tres madres pululando por allí y un par de niños.  Me separé de mi hija para mirar los bañadores mientras ella se afanaba en buscar la camiseta en blanco sin resultado así que se fue a preguntar a una de la dependientas.
La otra, dobla que te dobla, la tenía yo cerca, lo suficiente para oír su respuesta cuando su compañera le preguntó por la camiseta de mi hija.

-¿Sabes si queda dentro esta camiseta en blanco? "Aquí"-dijo señalando a una pequeña tablet que llevaba colgada del cuello- pone que sí, que queda una, pero yo por aquí no la veo…
-No lo sé pero yo para una sola camiseta no “me meto”. Paso tía.

Me dieron ganas de preguntarle  que  de cuánto debía ser el pedido mínimo de camisetas para que se moviera…pero la otra chica más “ardilosa” se encaminó al almacén que estaba justo al lado y en menos de tres minutos salió con la camiseta que iluminó la sonrisa de mi hija y borró la escena de mi mente. Pagamos poco más de siete euros y nos fuimos.
Doy por sentado que son tiendas de ropa asequible, ropa que dura poco más que un par de lavados con centrifugado corto y que la calidad se paga, pero…¿La humana también? Ya no importa cómo te traten en esas tiendas, las dependientas no son la tienda, la gente va a volver, entre otras cosas porque no quedaran otras tiendas.Es lo que hay.